lunes, 4 de abril de 2016

El Rock, cuando ambos éramos jóvenes - VI

Capítulo 6: «El Rock se hace 'Culto'»



«INSUFLANDO SOFISTICACIÓN»

Rick Wakeman, del grupo Yes,
rodeado de sintetizadores, teclados y un piano.
Entrada la segunda mitad de la década de los 60, una corriente de intelectualidad emanada de los movimientos culturales -o contraculturales- de la movida de San Francisco y sus derivaciones psicodélicas diseminadas por el país, junto a las dosis de solemnidad y formalismo otorgadas por las influencias del blues -y los bluesmen-, sobre todo en las islas británicas, aglutinan un potente caldo de cultivo caracterizado por la necesidad de elevar el rock a la categoría de arte. Quedan atrás las viejas ideas que le atribuían etiquetas como la espontaneidad, la sencillez, la accesibilidad, la frescura y, sobre todo, la vulgaridad. Eso se acabó. A partir de ese momento los músicos pasan de ser unos meros aficionados, en muchos casos, a convertirse en virtuosos chicos de conservatorio o, como poco, estudiantes de las Escuelas de Arte. Quien más y quien menos lee a Sartre, o al menos dice que lo lee, y en no pocas ocasiones ronda la idea de hacerse acompañar por una orquesta sinfónica para otorgar a este nuevo rock la categoría que le corresponde. En esta nueva etapa los compositores clásicos pasan de estar anticuados a convertirse en las nuevas referencias.

Al abrigo de este nuevo flujo musical, artistas ocultos identificados con el jazz aprovechan la nueva vena comercial y creativa para destaparse y acceder a un mercado que siempre se les había negado. La fusión entre jazz y rock diverge según el lado del Atlántico al que nos refiramos. Toma más peso en América, donde grupos como Blood, Sweat and Tears o Electric Flag, abanderados por músicos de blues tan importantes como Al Kooper o Mike Bloomfield, toman protagonismo adobando las estructuras rock con efectos cosméticos basados sobre todo en los vientos. Aunque la cosa tiene su gracia no oculta cierto artificialismo que termina por sofocar la efervescencia inicial propiciada por la venta de dos o tres trabajos de larga duración. Otro caso fue el del popular grupo Chicago, principal impulsor de esta corriente jazzística americana que, al contrario que los anteriores, se negó a morir en el intento y orientó su carrera hacia esquemas pop más accesibles y populares.

Soft Machine
En cada lado del océano tuvo mayor protagonismo una u otra corriente estilística. No obstante, en ambos territorios se dieron casos destacados de «contracorriente», por llamarlo de alguna manera. Mientras que en América Frank Zappa atraía hacia sí un nutrido grupo de fieles ansiosos de intelectualidad musical y conceptualismo contemporáneo, en las islas británicas Soft Machine insuflaba a sus desarrollos «notas negras» surgidas en vastos pasajes improvisados.
Frank Zappa
Una vez destapado el tarro de las esencias, músicos más puristas afrontaron este nuevo periodo con un enfoque diferente: en lugar de adornar composiciones rock con artilugios propios del jazz, acercaron el rock a los esquemas y estructuras del jazz, fundamentalmente por medio del revitalizante componente eléctrico. El sistema dio sus frutos y artistas como Miles Davis, John Coltrane o John McLaughlin se convirtieron en pilares fundamentales de la fusión de estilos, fuentes de inspiración y pistas de despegue de grandes músicos que luego fundaron o recabaron en bandas tan evocadoras como Weather Report, Mahavishnu Orchestra, Passport o Lifetime. Otras resplandecientes figuras como Chick Corea y Herbie Hancock comenzaban a brillar con iniciativas grupales y algunas jam sessions, en línea con las nuevas propuestas de fusión que tanto influirían en el movimiento musical del continente europeo, donde formaciones como Can y Soft Machine tomaron el testigo para impulsar la nueva corriente estilística. Les siguieron otras bandas que si bien jugaron un decente papel en la causa no vieron recompensado su esfuerzo en lo que a ventas se refiere, al menos suficientemente, fue el caso de Manfred Mann Chapter o Brand X, y hasta Jeff Beck realizó unas más que meritorias incursiones en el género.

Todo lo contrario sucedió en Norteamérica, donde muchos músicos virtuosos han desarrollado prolíficas carreras tanto en solitario como formando parte de agrupaciones y bandas estables, es el caso del batería Billy Cobham, el bajista Stanley Clarck o los guitarristas Al DiMeola, George Benson, Lee Rithenour, Pat Metheny y Larry Coryel. Tanto fue así que hasta un retirado Les Paul se animó a volver a grabar con revitalizante entusiasmo, logrando los mayores éxitos de toda su dilatada carrera.


«EL ROCK PROGRESIVO»

El ilustrador Roger Dean imprimió su particular simbología al grupo Yes a través de un buen número de portadas,
cuadernos interiores, pósters, cartelería o la escenografía de muchos de sus shows en directo, en los que se refería a mundos de ciencia ficción.
Mientras tanto en la vieja Europa el conceptualismo tomaba la iniciativa en trabajos desarrollados bajo nuevos patrones de puesta en escena, caracterizados por una solemne pomposidad en la que pintorescos agentes entraban en juego. La teatralidad toma tal relevancia que el show casi llega a ensombrecer a la propia música, de modo que la sobreactuación pasa a formar parte indispensable del espectáculo junto con la escenografía y el atrezo: vocalistas disfrazados que recitan monólogos, cuentos y soliloquios; barroquismo en la instrumentación con guitarras de dos mástiles, teclistas rodeados de pianos, sintetizadores y teclados superpuestos; sofisticadas secciones rítmicas, vientos, percusión, con gongs, campanas y varias baterías; instrumentación propia de la música clásica, guitarristas sentados, orquestas sinfónicas, reproducción de sonidos de instrumentos antiguos -arpas, clavicordios...-; espectaculares decorados relacionados con la idea o el concepto subyacente en el show y/o acondicionados para cada pasaje del mismo -¿adelantándose a los tiempos?-.

Ello es aplicable igualmente a las obras. Desaparece el single como producto de consumo desbancado por el LP, el doble LP, el triple o cuádruple LP... No son raros los temas que ocupan una cara completa del disco. La maquetación toma también importancia: portadas pretenciosas, envoltorios originales -elegantes cajas, periódicos, trípticos-. Las letras ya no hablan de amor, de odio o de reivindicaciones proletarias, se vuelven épicas y tratan sobre el Apocalipsis, sobre mundos paralelos, hablan del subconsciente, de cuentos fantásticos, de pesadillas irreales, de violaciones y asesinatos ficticios, de la reencarnación. La música es barroca, inmodesta, virtuosa, elegante, armónica, evocadora, ensoñadora... Todo orientado a sumergir al consumidor en un nuevo espacio paralelo en el que cabe cualquier elemento alejado de la vulgaridad. Los grupos se forman en las universidades, en los conservatorios, en las escuelas de arte. Sus líderes son cultos, educados y con buenas maneras, muchos de ellos provienen de la sociedad burguesa.

En el album «Live (1973)», de Genesis, se incluye la historia de la canción «The Musical Box», aparecida inicialmente en el LP de 1971 «Nursery Crime»
«Trágicamente, accidentalmente, la pequeña Cynthia Jane De Blaise Williams, de nueve años, mata a Henry Hamilton-Smyth, de ocho años, al decapitarlo con un mazo de cróquet. Un par de semanas después, la pequeña Cynthia encuentra en la guardería de su amiguito Henry la famosa caja de música. La niña no puede evitar abrirla y, en el acto, suena la nana 'Old king Cole'. Entonces, el alma del pequeño Henry regresa a su cuerpo, restaurado con cabeza y todo. Pero Henry empieza a envejecer precipitadamente. De aquel niño sólo le quedan los ojos y su mente infantil.

Como en una película, la vida que nunca podrá vivir Henry pasa ante sus ojos. Eso incluye sus deseos sexuales. Henry pide a Cynthia relaciones físicas, sean o no románticas. En ese mismo momento la niñera de la guardería quiere investigar los ruidos que provienen de la habitación en la que están los críos. Entra e, instintivamente, arroja la Caja de Música hacia el otro lado de la habitación, y con ella, al barbudo niño, sin saber que ese gesto va a destruir a ambos.
»

Nota: Más o menos la historia queda resumida en la portada de 'Nursery Crime', el tercer álbum de Genesis. Cynthia aparece con el palo de cróquet y cabezas en lugar de pelotas.
«REPERCUSIONES EN EL VIEJO CONTINENTE -Y VERSOS SUELTOS-»

En Centroeuropa no se resisten a la culturalidad y se destacan los italianos Premiata Forneria Marconi, los holandeses Focus, el violinista francés Jean-Luc Ponty, tanto en solitario como colaborando como músico de sesión, e, incialmente, algunos trabajos de los grupos españoles Los Canarios y Módulos. En este sentido hay que reconocer que bien entrada la década de los 70 se desarrolló en la península un movimiento progresivo y de fusión que aglutinó grandes bandas que, en algún caso, llegaron a tener eco fuera de nuestras fronteras, sobresaliendo particularmente las formaciones andaluzas y catalanas: Smash, Triana, Storm, Gong, Imán, Goma, Tabletom, Fusioon, Compañía Eléctrica Dharma, Iceberg, Máquina!, Jaume Sisa, Pegasus. Tampoco hay que pasar por alto el empuje germano, capaz de generar un estilo reconocible y con sello propio, el krautrock, especialmente representado por Can y Popol Vuh. Paralelamente, también en Alemania, surgió una corriente electrónica que tuvo cierta repercusión inicial y, como en el caso de Kraftwerk, a la postre enormemente influyente y trascendental, destacando en el plano internacional Tangerine Dream y Klaus Schulsze junto a los anteriores.

Otra cosa fueron algunas coincidencias más o menos vinculadas de alguna manera a la fusión, como son los casos de Carlos Santana, quien despuntó en el Festival de Woodstock con un estilo de rock caliente, tropical, exótico que no dejó indiferente a nadie, o el caso más individualista de Bob Marley, principal adalid comercial del Reggae.

 1. Robert Wyatt - «Little Red Riding Hood Hit the Road»
 2. Pink Floyd - «Echoes»
 3. EL&P - «Trilogy»
 4. Genesis - «The Cinema Show»
 5. Jethro Tull - «Bourée»
 6. King Crimson - «Epitaph»
 7. Yes - «The Gates of Delirium»
 8. Santana - «Black Magic Woman / Gypsy Queen»
 9. Chicago - «25 or 6 to 4»
10. Smash - «Forever Wlalking»
11. Frank Zappa - «Peaches in Regalias»
12. Tabletom - «7.000 kilos»
13. Miles Davis - «Spanish Key»
14. Weather Report - «Birdland»
15. John McLaughlin - «La Danse du Bonheur»
16. Blood, Sweat & Tears - «Without Her»
17. Bob Marley - «Get Up, Stand Up»


BOB MARLEY
El curioso caso de un héroe nacional fumador de marihuana. De inmigrante ilegal a representante de toda una nación sólo van catorce años. Los mismos que tardó Bob Marley desde que aterrizó en EE.UU. en 1.966 hasta que murió en Miami en 1.981, cuando intentaba regresar a Jamaica para descansar definitivamente. Fue el principal propagador mundial de la filosofía Rastafari, un movimiento social y cultural que trata de guiar espiritualmente a las personas de color, con el objetivo final de que puedan regresar a sus territorios oriundos de África. Tienen en la figura de Haile Selassie, ex-emperador de Etiopía, su principal referencia mística, al considerarlo como una reencarnación de Jesucristo. Pero, en lo que respecta a la música, Marley logró activar el ritmo jamaicano hasta integrarlo en el desarrollo estructural y escénico del rock. Hasta tal punto, que algunos de los mayores éxitos de artistas tan importantes como el mismo Eric Clapton son versiones de piezas del genial rastafari. Lider de The Wailers, con los que inició su carrera, rápidamente se destacó como un brillante compositor y un solvente músico, aunque fue depurando su técnica a continuación. Junto a Peter Tosh y Bunny Wailer grabaron sus primeras pistas en la primera mitad de los 60, aún regidas por los ritmos del Ska. Poco a poco, su estilo tendió a pausar los compases, a hacer las canciones más melódicas. Corría ya la segunda mitad de la década y los músicos se vieron obligados a componer para terceros como forma de sobrevivir -su sello independiente quebró-. Fue esta opción la que proporcionó al artista la posibilidad de despegar comercialmente. Un cantautor americano que había obtenido algunos éxitos con el material compuesto por la banda los invitó a participar en una mini-gira europea. Aprovechando su estancia en U.K., donde el ska gozaba de gran popularidad, recurrió al sello Island, comprometido con la causa jamaicana, donde logró convencer a su fundador para grabar un LP. Éste puso a disposición del grupo todos los medios y recursos electrónicos modernos, pero su primer trabajo con la compañía no obtuvo el rédito esperado. Sin embargo, en su segunda publicación, Burnin' (1.973), se incluía el tema I Shot The Sheriff, que fue el single más vendido de EE.UU. ese año gracias a la colaboración de Eric Clapton. A partir de entonces su trayectoria fue ascendente. Tras algunos conciertos junto a figuras consagradas para darse a conocer, se encierran en el estudio para grabar Natty Dread en 1.974 -publicado en 1.975-, que contenía otro gran éxito, No Woman No Cry. Tras algunos devaneos, Bunny Wailer abandona definitivamente la banda siendo sustituido por un antiguo profesor de música, Joe Higgs. Peter Tosh le sigue y la banda queda rebautizada como Bob Marley & The Wailers. Su actuación en Londres con la grabación del disco Live!, en 1.975, está considerada una de las mejores de la década y sirve para auparle como ídolo indiscutible en su país y en gran parte del resto del mundo negro. Sus letras son reivindicativas, su rebeldía contenida y cierto aire de dulzura inocente terminan de redondear un atractivo personal carismático y magnético. Bob Marley era el nuevo mesías. Para terminar de convertirse en el elegido, en 1.976 sobrevivió a un tiroteo en su domicilio junto a su familia. Todo lo que vino a continuación hizo temblar las estructuras clásicas del rock: Rastaman Vibrations (1.976), Exodus (1.977), Kaya y Babylon By Bus (1.978), Survival (1.979) y Uprising (1.980). Un tumor cerebral acabó con su vida. Una vida real en la que creía firmemente. Llegó a viajar por África invitado por algunos países y, aunque no le gustó lo que vio, dejó un mensaje de esperanza: «Hay que despertar al pueblo negro de su sueño de siglos para que podamos ver lo que somos en realidad.»

Posiblemente, la banda que más ha vinculado su producción a la música clásica. La banda que más ha enfatizado el carácter virtuosista del rock progresivo. La que ha hecho los temas más complejos. La que ha llevado a mayor extremo su puesta en escena. Los primeros en emplear el sonido cuadrofónico. Unos ejemplos: su tercer album Pictures at an Exibition (1.972), en vivo, está basado en la obra del mismo nombre del compositor ruso del s. XIX Modest Músorgsky, en el que, además, se tomaron la licencia de incluir una adaptación del pasaje Danza de los soldados de estaño de El Cascanueces de Chaikovski. Durante la gira americana de 1.977 trasladaron casi 40 toneladas de equipo, un coro y una orquesta sinfónica de 50 instrumentos.

Tras abandonar The Nice, el extravagante teclista Keith Emerson emprendió lo que inicialmente acometió como una carrera en solitario, que muy pronto desembocaría en el trío más popular de la década de los 70. A ello contribuyó contundentemente la solvencia de sus acompañantes, un exmiembro de King Crimson, el bajista, guitarrista, cantante y productor Greg Lake, y un percusionista proveniente de Atomic Rooster, Carl Palmer. La popularidad de la banda subió como la espuma a raíz de su actuación en el Festival de la Isla de Wight de agosto de 1.970, tras el cual, aunque casi no tenían material, grabaron su primer LP, que salió a la venta en noviembre de ese mismo año. El disco incluía un corte basado en la obra Allegro Barbaro, del compositor húngaro Béla Bartók, de principios del s. XX, y otro basado en la Sinfonietta del checo Leoš Janácek, de la misma época. Toda una declaración de intenciones. Su segundo disco, el album conceptual Tarkus, de 1.971, fue tan aclamado como el primero y rápidamente se convirtieron en una referencia del, según algunos, mal llamado rock sinfónico. Para terminar de redondear su meteórico ascenso, durante su actuación de 1.971 en el Newcastle City Hall se grabó en vivo una de las piezas imprescindibles del rock progresivo, Pictures at an Exhibition. La consagración les llegó en 1.972 con Trilogy y el sugerente Brain Salad Surgery del siguiente año. El declive se produjo tras un periodo de rencillas y tensiones que provocaron la desparición de la banda de los escenarios y la ausencia de publicación de nuevos trabajos durante tres años. Tras este periodo, en el que cada miembro del grupo actuó por separado, finalmente se editó un doble LP en el que se dedicaba una cara del disco a cada músico y finalmente una en conjunto. La cosa no gustó. Corría 1.977 y su gira norteamericana había sido un mal negocio. Se editó una especie de segunda parte del trabajo anterior con temas inconsistentes que terminaron por darles la puntilla. El auge del punk, del glam y de la música disco, junto a nuevos tiempos caracterizados por la falta de abstracción y un pop poco sofisticado hicieron el resto.
















EMERSON, LAKE & PALMER

CHICAGO
Hacia 1967, un grupo de amigos de la Universidad de Chicago que tocaban juntos de vez en cuando llamaron la atención de un cazatalentos que los convenció para trasladarse a Los Ángeles con la promesa de obtener mejores oportunidades. En 1968 ficharon por Columbia Record como Chicago Transit Authority, pero su primer álbum no apareció hasta 1969. En la línea de originalidad latente en la nueva corriente rockera debutaron con un doble LP que, además, vendió más de un millón de copias y fue disco de platino. Animados por los resultados, su segundo disco también fue doble y, de nuevo, fue disco de platino!! De este disco es uno de sus más icónicos temas, 25 or 6 to 4. Aunque gozaron de gran popularidad en Norteamérica y eran muy respetados como banda de fusión, su éxito internacional les llegó paradójicamente con una balada pop con la que obtuvieron un Grammy en 1976: If You Leave Me Now. Después, algunos desgraciados incidentes marcaron a la banda que hizo cambios en su formación y estuvo a punto de desaparecer. De ahí en adelante viraron su trayectoria hacia esquemas más accesibles y comerciales que nada tenían que ver con sus inicios. Cada año habían ido apareciendo sus trabajos identificados por su orden en números romanos. A partir de entonces rompieron el método y, además, se hicieron más perezosos, por lo que su ritmo de producción se vio mermado significativamente durante la década de los 80. Aunque se mantienen en activo sólo son una patética sombra de lo que fueron, un grupo de viejas glorias dedicados a amenizar fiestas con baladas empalagosas.

Zappa quizá ostente el marchamo que lo destaca como el más versátil y prolífico artista del movimiento musical jazzístico-progresivo. Parecería que su cabeza siempre estaba en ebullición. Fue capaz de aliarse con un músico tan extravagante como Captain Beefheart, a la par que reverenciaba a su figura de referencia, el compositor francés principal impulsor del desarrollo de la música concreta, Edgar Varèse. Sus excentricidades lo convirtieron en el enfant terrible del género. Posiblemente una infancia y juventud peculiares, durante las cuales padeció varias enfermedades, soportó constantes mudanzas domiciliarias y se impregnó de un ambiente multicultural desarraigado, contribuyeron a crear la poliédrica y radical personalidad puesta de manifiesto a lo largo de su vida -lo que hoy sería un destacado representante del antisistema-.

Seguramente ese mismo carácter inquieto le llevó a experimentar con distintas técnicas y disciplinas artísticas que le permitieron, entre otras cosas, convertirse en uno de los mejores arreglistas y productores de la historia del rock -él mismo se produjo o supervisó la producción de su extensa realización-. Algunas grabaciones, junto a su banda de acompañamiento -The Mothers of Invention- están consideradas verdaderas obras maestras: es el caso de su doble disco debut, de 1.966, Freak Out!, lleno de referencias a momentos de su etapa estudiantil, alegorías a situaciones chocantes del inicio de su carrera, arreglos exquisitos y métodos de producción ajenos al entorno del rock -partituras para los músicos, dirección orquestal del propio Zappa...-, una amalgama de música experimental, Rock, R&B y Doo Wop demasiado radical para la época y, a la vez, toda una declaración de intenciones y el fiel reflejo del eclecticismo que le acompañaría durante toda su carrera. El músico acababa de convertirse en un sátiro representante de la contracultura californiana imperante, a la que paralelamente criticaba, sobre todo en lo que a psicodelia, drogas e hipócrita consumismo se refería. Pero lo más importante fue que el genio había dado rienda suelta a su creatividad en el plano comercial y ya no dejaría de sorprender a una audiencia ávida de experimentación, el LSD hizo el resto. Los diálogos durante las grabaciones, los ruidos y distorsiones, cortes abruptos durante la interpretación, orquestaciones, pasajes improvisados y otras rarezas formaron parte de sus primeros trabajos y de sus primeras actuaciones. De esta época, 1.968, es su icónico We're Only in It for the Money, una parodia sarcástica del movimiento hippie.

Su indudable fuente de inspiración se basaba en el fenómeno de la recursividad, lo que él llamó continuidad conceptual, la reutilización de material grabado con anterioridad usando nuevos esquemas de desarrollo -mezclas, modificación del tempo, versionado, etc.-. El concepto se basaba en que, según Zappa, todas las piezas grabadas con anterioridad formaban parte de un todo y estaban conectadas entre sí. La incursión en el negocio de la producción musical para terceros le permitió mantener un buen número de proyectos de experimentación siempre latentes. Aún así, en parte por problemas económicos y en parte por desavenencias, Zappa disolvió The Mothers of Invention antes del final de la década de los 60. Como fruto de su nueva etapa en solitario salió a la venta una de sus obras maestras en 1.969, Hot Rats, el primer disco en el que toca la guitarra en solitario. Un compendio de cortes que fusionaban jazz, rock y blues en un nuevo estilo relacionado con la corriente progresiva de las Islas Británicas, donde tuvo muy buena acogida. A partir de entonces su reconocimiento profesional se disparó por el resto del continente hasta el punto de suponer una de las mayores influencias para los grupos de jazz-rock europeos.

Después vinieron algunas actuaciones con orquestas sinfónicas, la co-dirección de la película 200 Motels, con banda sonora compuesta por el músico, un par de discos en vivo y dos desagradables accidentes durante una gira europea: el incendio de su equipo y una agresión en el escenario que acabó con el artista postrado en una silla de ruedas durante la primera mitad de 1.972. Casi era lo que le faltaba para convertirse en un pseudo-mito. Sus mayores éxitos comerciales se dieron a continuación, en un periodo que se inicia con la publicación de dos discos continuistas con Hot Rats, Waka/Jawaka y The Grand Wazoo, ambos de (1.972), y finaliza con Bongo Fury en 1.975. A continuación volvió a enfrentarse con problemas a causa de la ruptura con su manager y un litigio con la discográfica Warger Bros, que se negó a editar sus trabajos. A finales de los 70 el artista ganó a la poderosa Warner en los tribunales e inició una carrera independiente con su sello propio. El fruto de ese nuevo y revitalizante entusiasmo no se hizo esperar y en 1.979 se editaron su disco más vendido, Sheik Yerbouti, y su mejor obra según la audiencia, Joe's Garaje. Este último trabajo estructurado como una ópera rock, género que paradójicamente Zappa siempre había criticado, que fue puesto a la venta como triple LP dentro de un box set.

Hasta su muerte, en diciembre de 1.993, se mantuvo activo, y reactivo, experimentando, diseñando, dirigiendo y produciendo trabajos de toda índole, fiel al espíritu ecléctico, independiente, alternativo y original que siempre le caracterizó.
FRANK ZAPPA

GENESIS
Unos buenos chicos estudiantes de la Charterhouse School, a las órdenes del joven productor, y estudiante del mismo colegio, Jonathan King, decidieron dejar de actuar por separado -provenían de dos formaciones distintas- y dar el salto a la fama como Genesis. Aunque encontraron un problema, la discográfica Decca no les permitió inicialmente ese bautismo porque en EE.UU. ya había un grupo llamado así, por lo que el ostentoso apelativo fue sustituido por otro aún más pretencioso que, además, daba título a su primer LP: From Genesis to Revelation; dando una idea de las aspiraciones del inquieto genio Peter Gabriel. Hasta después de su segundo trabajo de larga duración, Trespass, de 1.970 y ya con la compañía Charisma, no se constituyó su formación definitiva -definitiva hasta que Gabriel abandonara la banda, evidentemente-. El grupo quedó conformado por un talentoso quinteto de músicos, vocalistas y compositores que llegaron a ser considerados la mejor banda de rock progresivo del mundo tras la publicación del último disco juntos, el doble LP conceptual The Lamb Lies Down On Broadway, al menos en Europa, porque a decir verdad el mercado Norteamericano siempre se les resistió. Las letras, escritas por Peter Gabriel en su totalidad, contaban la historia de Rael -con quien el vocalista se conectaba a través de una calvicie artificial de su frente-, que se condensaba además en un texto impreso en el disco. En síntesis, el viaje alucinante de un puertorriqueño -«ni siquiera de pura raza»- que vagabundea por las calles de NY, bajo los neones de Broadway, cuando se ve atrapado por una densa nube negra que lo transporta a un mundo irreal plagado de personajes extraños y seres mitológicos que llevan al protagonista a encontrarse consigo mismo. Una pesadilla de ficción surgida de la mente del vocalista y líder del grupo, Peter Gabriel, que llevó al director de El Exorcista a proponerle un proyecto basado en dicha historia, lo que le granjeó la enemistad, o la envidia, del resto del grupo, con el celoso Collins a la cabeza.

Genesis, la genuina formación inicial quiero decir, con Tony Banks a los teclados, Steve Hackett a la guitarra, Mike Rutherford al bajo y Phil Collins a la batería, sólo hubieran sido una sombra de sí mismos si su vocalista, verdadera alma mater de la banda, no los hubiera liderado. Y a los hechos me remito. A partir del bajón de A Trick of the Tail en 1.976, después del tsunami provocado por el abandono de Peter Gabriel, nunca volvieron a ser los mismos. ¿Los motivos?, lo que yo creo es que la envidia les hizo seguir a un nuevo líder más escorado hacia los beneficios comerciales que hacia la creatividad. Más favorable a las sendas marcadas por las discográficas que a la orientación musical de una trayectoria artística, más comprometido con él mismo que con el grupo. Si Phil Collins se hubiera dedicado únicamente a tocar la batería, cosa que hacía mejor que nadie en 1.975, otro gallo hubiera cantado. Pero como no fue así, una vez consumidos los ecos creativos sembrados durante la primera etapa -que duró hasta el directo Second Out de 1.977-, la banda terminó por convertirse en un reflejo de sí mismos, sin identidad, sin rumbo, sin ideas. Vendieron más, seguramente, llegaban a más público, seguramente, pero definitivamente nunca fueron lo mismo.

Si descartamos el álbum debut en el que ni siquiera tenían registrado el nombre, allá por 1.969, desde Trespass (1.970) en adelante cada nueva publicación superaba a la anterior, y muchas veces era bastante difícil. Tras editar Nursery Crime en 1.971, que contenía The Musical Box, para muchos su pieza más emblemática, al año siguiente lanzaron Foxtrot, que contenía Supper's Ready, para muchos su mejor canción. Y por fin, en 1.973, Selling England By The Pounds, para muchos su mejor LP. La consagración internacional, el reconocimiento global, la cima de su carrera llegó con el cordero en 1.974. Lo que vino después, como he opinado ya, es otra historia.


















JETHRO TULL
Un camaleócico multi-instrumentista, un compositor entusiasta amigo de las referencias clásicas renacentistas y barrocas, un dinosaurio que se niega a morir, ese es Ian Anderson, un estudiante de ballet formado en la Escuela de Arte de Blackpool con inagotable creatividad, capaz de componer prácticamente todas las piezas de la ingente obra del grupo con apelativo sacado del nombre de un agrónomo inglés del s. XVIII. La banda, conformada por el vocalista/multi-instrumentista y cinco o seis músicos más, incluido el guitarrista Martin Barre que lo ha acompañado en un discreto segundo plano casi desde el principio, llegó a granjearse una admirable reputación artística prácticamente en todo el mundo gracias a una trayectoria regida por la personalidad, la honestidad, el criterio y el profesionalismo. Todo el mundo que asistía a un concierto de Jethro Tull sabía con lo que se iba a encontrar, y los músicos por su parte no los defraudaban nunca. El carisma que John Anderson imprimía a sus actuaciones, marcadas por una elegante gestualidad y ágiles movimientos de ballet, con la clásica imagen del artista en mallas -como si fuera un bailarín- realzando su estilizada figura apoyando su pie derecho en su rodilla izquierda, sosteniendo y soplando su inseparable flauta, lo convertían en el centro de atención del espectáculo. Y, acompañando la escena, la música de Jethro Tull, o al revés. Un sonido contundente próximo al hard rock sabiamente interrumpido por pasajes delicados, solemnes, sinfónicos, especialmente diseñados para el lucimiento de una flauta, una guitarra clásica o una mandolina. El protagonismo indiscutible de Anderson ha sido el pilar fundamental que ha garantizado la longevidad del grupo. Cualquiera de los muchísimos miembros que han pasado por él han sido prescindibles, todos menos él. Ese ha sido su secreto. Aunque el flautista se niegue a admitirlo y se hayan mantenido en activo casi hasta hoy, su hora pasó hace mucho tiempo, pero a pesar de todo su óptima reputación como banda, su arrolladora personalidad y su atractivo escénico les han permitido mantenerse en el candelero sin pasarles demasiada factura.

Atrás quedaron los imponentes Stand Up (1.969), su álbum más vendido, que contiene además Bourée, una de las piezas más icónicas del grupo, recreación de un pasaje de la Suite en mi menor para laúd de Johann Sebastian Bach. El despegue internacional con Aqualung (1.971), la historia de un mendigo alcoholizado y pederasta. Su obra maestra, Thick As A Brick (1.972), un corte dividido entre las dos caras del LP, porque no se había inventado aún el CD. Su consolidación con un compendio de pistas muy Jethro y una actuación en vivo, Living In The Past (1.972), un disco solvente, honesto, audaz. El inicio del fin de su etapa más creativa y acreditada, Minstrel In The Gallery (1.975). Y la llave que cerró definitivamente el rock progresivo para sumergirlos en un nuevo folk muy británico, y que sirvió para dignificar el final de este periodo, Songs From The Wood (1.977).

Si hay un músico que ha sido capaz de fusionar el jazz con el rock, la música étnica india, el flamenco o la música clásica, ese es John McLaughlin. Profesional pionero, reconocido, respetado. Intérprete virtuoso, innovador, singular, ejemplar. Compositor creativo, próspero, acreditado. Persona modesta, trabajadora, pero culta y carismática. Este inglés profundo, estudioso del violín, el piano y la guitarra, paradójicamente hizo su carrera en los EE.UU., de hecho, sólo editó un único disco en Inglaterra, el de su debut -Extrapolation (1.969)-. Ese mismo año se trasladó a Norteamérica donde realizó sus primeras incursiones en el jazz-rock de la mano de Miles Davis y Tony Williams con sus reconocidos Lifetime. Pronto mostró su interés por el hinduismo, al que se convirtió a principios de la década de los 70. Fue su gurú quien lo rebautizó como Mahavishnu John McLaughlin, y por derivación a la banda recién conformada junto al violinista Jerry Goodman, la sorprendente Mahavishnu Orchestra, que también integraba al percusionista Billy Cobham y al pianista Jan Hammer. De este fructífero periodo son los álbumes The Inner Mounting Flame (1.971) y Birds Of Fire (1.973). Desavenencias con Jerry Goodman provocaron una modificación en la formación e interesantes asociaciones, iniciando una gira junto a Carlos Santana, con el que además registró el reconocido álbum Love Devotion Surrender en 1.972. En 1.974, ya con una nueva Mahavishnu en la que el solvente Jean-Luc Ponty se hizo cargo del violín, llegaron a tocar en Barcelona antes de grabar su primer álbum como nueva agrupación.

Como nunca segundas partes fueron buenas, al poco el guitarrista deshizo el grupo para formar una nueva banda con la que profundizar en el folclore hindú, Shakti, con quienes realizó la espectacular y popular pieza La Danse du Bonheur, y posteriormente se unió a Al DiMeola y Paco de Lucía en un trío de guitarras que inició una próspera gira internacional.

McLaughlin está considerado uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos y se ha ganado a pulso una excelente reputación sintetizada en colaboraciones con artistas de la talla de Carlos Santana, The Rolling Stones, Miles Davis, Jack Bruce, Joe Farrell, Michael Walden o Larry Coryell, entre muchos otros. Su particular técnica y habilidad le han permitido ejecutar partituras imposibles con variados instrumentos de cuerda, ganándose el respeto y la aceptación de acreditados interpretes de oriente y occidente.
JOHN McLAUGHLIN

KING CRIMSON
La paradoja hecha banda de rock progresivo. Hay algo extraño en este grupo, algo que los hace diferentes y, a su vez, perfectos representantes de este género. ¿Y cómo puede ser eso?, que se lo pregunten a Robert Fripp. Una personalidad humana y artística excepcional. Alguien fuera de lo común. Un líder indiscutible. Un creador nato y enriquecedor. Con la cabeza muy bien puesta sobre los hombros pero que, paralelamente, se ha granjeado calificativos como retorcido, chiflado, excéntrico, autocrático, nihilista, egocéntrico o inteligente. Un tipo difícil. Un genio pragmático pero sensible.

«El propósito fundamental de King Crimson es organizar la anarquía, utilizar el poder latente del caos y permitir que las diferentes influencias puedan interpretarse y encontrar su propio equilibrio. Debido a ello la música evoluciona, más que se desarrolla, a lo largo de líneas predeterminadas. El repertorio, tan variado, posee un motivo común, por cuanto representa las disposiciones cambiantes de las mismas cinco personas.»

«En 1.974 dejé King Crimson por varias razones. A nivel profesional fue, sobre todo, el resultado de la posibilidad decreciente de un contacto real entre la audiencia y los músicos. Me pareció que eran tres las causas: primero, los crecientes aforos en los conciertos de rock; segundo, la aceptación general de la música rock como deporte de espectador: tercero, la relación vampírica entre la audiencia y los músicos.»

Robert Fripp
Cuando los Rolling Stones homenajearon al difunto Brian Jones en el Hyde Park londinense, en julio de 1.969, la audiencia se quedó estupefacta ante la densidad e intensidad de las notas ejecutadas por aquel grupo de desconocidos. El sonido del Rey Carmesí era distinto a todo lo escuchado hasta el momento. Unos adelantados, unos visionarios, unos revolucionarios que con su primer trabajo, In The Court of The Crimson King (1.969), asombraron a sus congéneres del Reino Unido, incluidos prestigiosos músicos como Pete Townshend, quien declararía que se trataba de «una extraña obra maestra», sintetizando quizá esa dualidad a la que aludí al principio. Un trabajo con una calidad extraordinaria, a la vez dramático y frágil, con letras oscuras cargadas de poesía y complejidad -obra de Peter Sinfield-, acorde con el hilo musical imperante.

Sus dos siguientes álbumes no tuvieron el eco esperado inicialmente -In The Wake of Poseidon y Lizard, ambos de 1.970-, pero mi opinión es que, como en tantas otras disciplinas y tantas otras veces, cuando alguien realiza un debut tan espectacular e inesperado como el que he mencionado, es muy difícil sorprender de nuevo a una audiencia que dejándose llevar por la calentura del momento ha puesto el listón excesivamente alto. Con el tiempo, ambos discos, sobre todo el segundo, han obtenido el reconocimiento que merecían. No obstante, para mantener el prestigio de su debut, el genial Fripp supo rodearse de músicos de gran nivel capaces de ejecutar con virtuosismo y la necesaria pasión el conjunto de piezas tormentosas y sinfónicas registradas bajo la Nebulosa Trífida, que aparece en la portada de su cuarto disco de estudio, Island, de 1.971.

A partir de aquí el sonido de la banda se endurece. El excepcional batería Bill Bruford, procedente de Yes, sustituye al no menos genial Ian Wallace y el grupo da paso a una trilogía marcada por el barroquismo, los alardes instrumentales y los arreglos. Bajo este nuevo patrón estilístico, marcado por la pesadez de la música, graban entre 1.973 y 1.974 Larks' Tongues in Aspic, Starless and Bible Black y Red, este último ya de marcado acento rockero. La deriva anunciaba malos presagios y a continuación la banda se disolvió. Robert Fripp regresó en 1.981 junto a Bill Bruford con una renovada formación con la que registró varios discos con un sonido más actualizado y cercano al Pop y la New Wave imperantes en los 80. Aunque la audacia y experiencia de Fripp le permitieran una reinterpretación de estos nuevos esquemas musicales mediante la inclusión de una contundente sección rítmica y elementos étnicos y exóticos que los alejaban en cierta medida del eje estilístico imperante, muchos de sus seguidores no aceptaron el giro de la formación, aunque la crítica otorgara un papel más que digno a su reentré con Discipline. Los dos trabajos siguiente antes de su definitiva disolución, sin embargo, no gozan de la misma aceptación. Aunque se han tenido noticias del grupo en alguna otra ocasión, han jugado un papel meramente testimonial.

El mérito de Miles Davis, además de por el incalculable legado personal que ha dejado a la audiencia en forma de mágicas piezas, es sin duda la contribución que ha hecho al mundo del rock como maestro de una reputada escuela de jazz. En sus filas, y a su resguardo, se formaron músicos de renombre mundial: Josef Zawinul, John McLaughlin, Herbie Hancock, Tony Williams...

Este trompetista de Illinois, hijo de un dentista, se ha convertido en un músico de leyenda. Un alma irreductible con una voluntad de acero que ha permanecido en la cresta de la ola durante toda la mitad del s. XX, ahí es nada. Desde sus inicios formando parte del quinteto de Charlie Parker, Miles siempre destacó tanto profesional como personalmente, digamos que no dejaba a nadie indiferente. Su voluntad era tan firme que después de varios devaneos con las drogas dejó de ingerirlas porque comprobó que le sentaban mal. En esta etapa inicial contribuyó de manera significativa al enaltecimiento del be pop y, posteriormente, estableció las bases del estilo cool junto a John Lewis y otros grandes músicos blancos. Durante los cincuenta llegó a tocar también junto a John Coltrane y Clifford Brown obteniendo su primer éxito personal a gran escala como protagonista del nuevo jazz modal con su disco Kind of Blue. A este trabajo le siguieron a finales de los 50 y principios de los 60 otras obras que terminaron de catapultarlo al estrellato: Cookin', Workin', Streamin', Round About Midnight y Miles Ahead, todos ellos del 57; Sketches of Spain, de 1.960; o Seven Steps to Heaven, de 1.962, son sólo algunos ejemplos.

Estaba claro cuál era el camino a seguir en el jazz y quién era el guía. Para terminar de constatarlo, en un nuevo alarde de audaz determinación fue capaz de adaptarse a unos nuevos tiempos y a un mercado que no paraba de crecer comercialmente demandando nuevas propuestas. Davis actualizó el género con elementos propios de la música rock sin perder de vista los esquemas tradicionales del jazz. El público enloqueció, Miles era el nuevo gurú. A ello contribuyeron su integridad profesional y una fuente de creatividad que parecía inagotable. Mientras otros coetáneos se quedaban en la cuneta, incapaces de evolucionar, él no paraba de aumentar la leyenda. Se publica In A Silent Way en 1.969 como punto de inflexión hacia los nuevos conceptos. El álbum siguiente, el doble Bitches Brew se convierte en el disco de jazz más vendido de la historia. Sus apariciones en conciertos multitudinarios terminan de auparlo a la categoría de estrella del rock.

Tras un periodo en el que se ausenta de los circuitos por motivos de salud, regresa a finales de los 70 con una energía renovada y un marchamo carismático de madurez, como si acabara de renovarse por completo y se hubiera insuflado grandes dosis de modernidad. Los discos The Man With The Horn (1.981), We Want Miles, en vivo (1.982), Star People (1.983) o Tutu (1.986), muestran a un músico actualizado, seguro, sosegado. Un artista de los 90 a la altura de las circunstancias pero que no pierde vista a Duke Ellington o Louis Armstrong. Con los años aprendió a ser condescendiente. Su fuerte espíritu individualista no le impidió serlo hasta su temprana muerte en 1.991, a los 65 años de edad.
MILES DAVIS

PINK FLOYD

































Al principio de este post apunté a la psicodelia californiana como una de las principales fuentes de inspiración de las que bebió el rock culto, pues bien, si hay un grupo que representó a la perfección este proceso evolutivo en el que el estilo, el género, o como quiera llamársele pasó de un lado a otro del Atlántico, se adueñó de Reino Unido, sobre todo de sus universidades, y luego se transformó en progresivo, esa banda fue Pink Floyd. No eran grandes músicos, para la psicodelia no hacía demasiada falta, pero lo disimulaban. ¿Entonces cómo es que se abrieron paso en el universo progresivo donde el virtuosismo era uno de los pilares fundamentales?, a base de especialización técnica tanto en el dominio de la electrónica como de las mezclas. Por lo demás, y aunque su producción sea única, explotaron todas las facetas y elementos del género: sonido apabullante y grandioso, puesta en escena con proyecciones de películas y diapositivas, efectos especiales tanto sonoros como visuales, diseño imaginativo -procedían de la escuela de arquitectura-, etc.

Antes de que uno de los talentos del grupo, Sid Barret, los abandonara por su amor a las drogas duras -más bien lo invitaron a salir forzados por su deterioro físico y psíquico-, ya habían iniciado la metamorfosis partiendo de la psicodelia de sus primeros trabajos. Aunque nadie creyó que pudieran recuperarse tras la salida de su componente más creativo, su sustitución por un gran guitarrista, David Gilmour, junto a la iniciativa del genial Roger Waters para tomar las riendas con el beneplácito del resto de los miembros -el batería Nick Mason y el teclista Nick Wright-, confluyeron en un giro definitivo que los sumergió de lleno en el nuevo estilo que bullía en los círculos juveniles más intelectuales. Con el doble LP Unmagumma, de 1.969, podíamos decir que toman el bautismo en la escena progresiva: sonido envolvente de ensueño, piezas largas adornadas por una atmósfera hipnótica; una especie de banda sonora para acompañar la imaginación del oyente. En el estreno de la nueva década aparece el trascendental Atom Heart Mother y al año siguiente el no menos relevante Meddle, que terminan de mitificar a la banda.

Y entonces, cuando nadie lo esperaba, influenciados sin duda por su ingeniero de sonido, Alan Parson, sorprenden a propios y extraños de todo el mundo con el lanzamiento de The Dark Side Of The Moon, publicado en marzo de 1.973 tanto en América como en Reino Unido. Un conjunto de canciones con marcado acento Pop y descarado corte comercial. La antítesis del estilo progresivo que, sin embargo, sube al top de las listas y se mantiene vivo en las mismas ¡más de 17 años! -el álbum que más tiempo ha permanecido en ellas-. Se han vendido más de 50 millones de copias, el disco de rock más vendido de la historia y el segundo en general después del Thriller de Michael Jackson. Cada una de sus piezas ha sido versionada o reutilizada de mil maneras distintas y en dos ocasiones se ha reeditado y remasterizado. Un antes y un después en Pink Floyd, en el rock y en la historia de la música. Un disco que no tiene nada que ver con el Rock sinfónico. Eso es lo que hay.

Y dos años y medio después, el solvente Wish You Were Here. Una lección de honestidad manifiesta y una declaración formal de que la banda iba por libre. Aunque decaen con Animals en el 77, repuntan, al menos en ventas, con The Wall en el 79. Una película, una gira mundial, mucho marketing y de nuevo en el candelero. Sin embargo, como siempre, como en casi todas las bandas, empiezan las desavenencias. Conflictos por la autoría y uso del nombre, tensiones por el liderazgo, reproches y ruptura irreconciliable entre Waters y Gilmour. Aunque éste último ha tratado de reunir al grupo, sin el bajista, claro está, lo que han publicado no está a la altura de lo que hicieron en la década de los 70. Los músicos irreconciliables han coincidido en algún concierto para gozo de sus fans, que siguen rezando por la vuelta. Ya no será posible, Rick Wright falleció en 2.008.

SANTANA
Cuando Carlos Santana llegó a San Francisco (CA) en 1.966, procedente de México, ya había iniciado su andadura y romance musical con la guitarra, previo paso por el clarinete y el violín, en varios clubes decadentes de Tijuana. Entonces, la psicodelia se encontraba en plena efervescencia y él se dedicaba a fregar platos y a escuchar blues y rock local en el Fillmore West. Alentado por los borbotones melódicos imperantes se decide a agruparse con otros buscavidas para formar la Santana Blues Band. Demasiado pretencioso, quizá. Durante los primeros compases se parecían más a la Santana LSD Blues Band. Su profesionalidad y sus ansias de experimentación artística chocaban frontalmente con las ansias de experimentación con sustancias alucinógenas de sus compañeros -de viaje-. Por fin, en 1.969, de la mano del promotor Bill Graham, consigue subirse al escenario del Festival de Woodstock con una potente banda que se convierte en una de las principales revelaciones del concierto. Santana era algo genuino, original, novedoso y, sobre todo, enormemente magnético. Supongo que por su contundente exotismo rockero. El genial guitarrista no se limitó a modernizar los esquemas del rock con pinceladas de las raíces mexicanas que había mamado en su país. No se limitó a ejecutar sus queridas partituras de B.B. King con aires renovados. Fue más allá, transgredió las estructuras del blues-rock, no las transformó, no las versionó, las distorsionó. Su LP de debut en el 69 y, sobre todo, el segundo, Abraxas, el año siguiente, convirtieron al grupo en una referencia alternativa y significaron el pistoletazo de salida para un nuevo tipo de música de fusión que algunos entendidos dieron en etiquetar como rock latino. Música caliente, frondosa, sexual, sustentada en unos teclados sugerentes, unas guitarras bailarinas, flexibles, acogedoras, y una contundente sección de percusión que elevaba el espíritu hasta el mismísimo paraíso. Y cuando no, música para follar, perdón, pero no se me ocurre otra forma mejor de describir la balada Samba p'a ti.

Tanta buena suerte no podía tener un chicano. Los problemas internos, en parte debidos al consumo de drogas, provocaron un enorme descontrol en la banda que después de su tercer LP se disolvió. El artista siempre ha mantenido una línea personalista subyacente en todas su formaciones que, ya desde el principio, por su probada condescendencia con otros músicos, le sirvieron para no decaer en el empeño y mantener unos niveles mínimos de necesaria comercialidad. Como fruto de esos esfuerzos se le reconocen un buen puñado de obras que siempre han gozado de crédito más que suficiente: Caravanserai (1.972), Welcome (1.973), Borboletta (1.974) o el directo Lotus, de 1.974. El músico abraza el misticismo y colabora con otro recién convertido al hinduismo, John McLaughlin, en el fundamental Love Devotion Surrender, de 1.973. Influenciado por su compañero explora terrenos del jazz-rock con buen criterio. A partir del 76, sin embargo, la cosa se tuerce. La calidad y atractivo que siempre habían caracterizado sus obras se diluyen en aras de una descarada comercialidad en busca de sustanciosos beneficios -Amigos (1.976), con el tema Europa como declaración de intenciones, abre este periodo-. Lo que sigue continuó la línea descendente.

Una mención especial merecen sus colaboraciones y jam sessions. Prácticamente no hay un artista estelar con el que no haya tocado o al que no haya acompañado en alguna ocasión. Se mantiene activo. Parece como si por él no pasaran los años. Se sumergió definitivamente en ese rock latino del que parecía huir inicialmente. Las compañías discográficas le han exprimido hasta la última gota de su néctar tropical. Aunque ha sacado la cabeza en no pocas ocasiones con algunos trabajos ciertamente sugerentes, su excepcional técnica es la que lo mantiene incombustible. Para los hispanos, el mejor guitarrista de la historia del Rock -y para muchos otros añadiría-.

Por mucho que algunos se empeñen, no creo que este grupo sea una escisión del de Miles Davis. Eso sí, seguramente no habrían llegado a donde llegaron si no hubieran pasado por la banda del genial trompetista. Pero, ¿qué fue primero?, ¿la experimentación del músico en la improvisación colectiva de la que emanó el genuino estilo «Report»?, ¿o fueron el teclista Joe Zawinul y el saxofonista Wayne Shorter, fundadores de Weather Report, quienes tomaron la iniciativa junto a Miles antes de iniciar sus carreras en solitario? Fuere como fuere, de lo que no cabe duda es de que ambos habían dejado claro en sendos discos en solitario que esos pasajes de improvisación colectiva iban a formar parte sustancial del sonido que les acompañaría durante su periplo en pareja, junto a algunos de los mejores músicos de jazz de la nueva hornada eléctrica -Airto Moreira, Jaco Pastorius, Alphonse Mouzon, Dom Um Romão...-

Un buen puñado de discos y una serie de actuaciones por todo el mundo dejaron huella en el universo del sub-estilo conocido como jazz-rock, del que fueron los principales abanderados. Desde su destacado debut en 1.971 con un LP de presentación, hasta su disolución a mitad de los 80 y, sobre todo, a raíz de la inclusión del bajista Jaco Pastorius, títulos como Heavy Weather (1.977) o Mr. Gone, al año siguiente, llevaron a la banda a los más alto de las listas del género; aunque en realidad nunca bajaron de los primeros puestos a lo largo de casi toda su carrera. Pero lo que más atraía del grupo eran sus directos, que convocaban un ingente número de seguidores y a menudo -casi siempre- provocaban que se colgara el cartel de «NO HAY BILLETES». A propósito de Zawinul, austriaco de nacimiento pero con alma tropical, Miles Davis afirmó en una ocasión, hablando de su disco en solitario: «Para escribir esta clase de música debes sentirte libre. Y tienes que ser Joe Zawinul, con dos hijos de color beige y una esposa negra; con dos pianos. Tienes que ser de Viena, del signo Cáncer y carecer de cualquier tipo de cliché.» -Al nombrar los dos pianos se refería al teclado de acompañamiento de Herbie Hancock en el disco de Zawinul-. Lo bueno de la Report era que el saxofonista tenor y soprano Wayne Shorter no iba a la zaga del austriaco. Ambos, líderes al alimón de la formación multirracial -acogieron desde un bajista checo a un batería antillano-, supieron rodearse de un entorno austero, profesional, aséptico, que les permitió desarrollar una honesta y brillante carrera en el difícil mundo del jazz durante más de 15 años. Aunque el teclista intentó refundar el grupo tras su disolución en 1.985, la desautorización del Shorter para el uso del nombre obligó a publicar un trabajo con el apelativo Weather Update. A pesar del sugerente título la cosa ya no funcionó. La fiebre intelectual había dejado paso al punk y aunque el saxofonista supo sacar partido a su banda unos pocos años más, ambos artistas terminaron como la mayoría de jazzmen clásicos, restringidos a un reducido círculo de audiencia.
WEATHER REPORT

YES




















































Para muchos, junto a Genesis, incluso por encima de ellos, la mejor banda de Rock progresivo de la historia. Aunque sus inicios fueron demasiado melódicos para mi gusto, cuando el proverbial cantante, e imaginativo letrista, Jon Anderson y el bajista Chris Squire se juntaron para agrupar a los primeros Yes en su disco debut, del mismo nombre, ya estaban sentando las bases de lo que sería su estilo, influenciado por la música clásica y por el jazz. Con el paso del tiempo, y después de otro LP en la misma línea que el anterior, aunque acompañados por una orquesta sinfónica, el guitarrista abandona la formación y es sutituido por Steve Howe, lo que a la postre se antojaría crucial en la historia de la banda. En parte gracias a este último, su estilo se endurece, los arreglos toman peso y se amplia su cromatismo musical característico, definitivamente su sonido se hace más reconocible -The Yes Album, de 1.971, ya define completamente su estilo-. Para terminar de redondear el virtuosismo de la banda, el teclista es sustituido por Rick Wakeman, con lo que definitivamente la formación se afina aún más si cabe y eleva su tecnicismo melódico hasta niveles insospechados. El vocalista Jon Anderson, junto a Chris Squire al bajo, Bill Bruford a la batería, Steve Howe a la guitarra y Rick Wakeman en los teclados, conjuntan una de las mejores bandas de rock de la historia. Se les nota que sienten la potencia. Están seguros de sí mismo e ilusionados por su porvenir. El resultado es el impresionante Fragile, de 1.972, que ya contenía algunos de sus clásicos, como Roundabout o Long Distance Runaround. Además, el diseñador Roger Dean inicia su romance con el grupo. Ahora sí. ¡Son Yes, señoras y señores! ¡Yes en estado puro! Su creatividad parece inagotable y el mismo año editan Close To The Edge, cuyo tema Siberian Khatru se mantuvo en todos sus directos hasta el final de la década. Bill Bruford se marcha a KIng Crmson por desavenencias con Squire y Anderson y es sutituido por Alan White. A la vez, se publica un triple con cortes de sus directos, Yessong, en 1.973. Ese mismo año se edita el doble disco conceptual Tales from Topographics Oceans, con un tema en cada cara, cuatro en total. El grupo se mistifica, se hace minimalista, algo que choca frontalmente con la fastuosidad de Wakeman. Su desgana y falta de compromiso lo llevan a emprender una carrera en solitario alentada por los buenos resultados de su primer trabajo, Journey to The Centre of The Earth, después quedaría demostrado que sólo era una ilusión. Al grupo le va de dulce. La crítica y la audiencia coinciden en la consolidación de la banda como el paradigma del nuevo rock, la culminación de un fenómeno muy alejado del primitivo Rock and Roll. No obstante, encuentran algunas reticencias en varios medios que los tildan de pretenciosos. Creo que en realidad sólo eran ambiciosos, y también creo que este tipo de periodistas no estaban preparados para el nivel de complejidad de Cuentos de Océanos Topográficos, basado en la biografía del propagador del yoga por occidente.

Aunque la decisión es trascendental, por el peso del teclista en la idiosincrasia del grupo, finalmente optan por un aficionado al jazz, el suizo Patrick Moraz, para sustituir a Wakeman. No se equivocaron, y su participación en la confección del considerado como el culmen de su obra, el álbum Relayer, de 1.974, fue notoria. Imprimió dinamismo y pasión a los teclados, algo de lo que el anterior miembro carecía. Con su agilidad para adaptarse a los múltiples esquemas de la complejidad de los temas, y de la forma de interpretarlos de cada músico, se ganó rápidamente el respeto de sus compañeros y de los seguidores del grupo. El disco contiene una pieza épica de larga duración, Las Puertas del Delirio, que sintetiza el grado de compenetración de todos sus miembros tanto a la hora de componer como de interpretar. Una suite que finaliza con uno de los pasajes más bellos del Rock sinfónico. Al contrario que Genesis, siempre fueron bien acogidos en Norteamérica, lo que les valió el reconocimiento global y, por añadidura, el comercial, en forma de dividendos. La gira de Relayer es todo un éxito, pero los músicos, agotados, deciden darse un descanso y cambiar de aires con trabajos en solitario. Hay tanto feeling entre todos ellos que unos colaboran en los discos de otros. Ya en 1.976 se reúnen de nuevo para una gira mundial en la que, junto a los temas de siempre, tocan piezas de sus trabajos en solitario, ¿se puede estar más compenetrado, se puede tener mayor complicidad? Nada puede salir mal, pero entonces el viejo Wakeman, que había estado llamando a la puerta anteriormente, decide destaparse aprovechando ciertos problemas fiscales de su sustituto. Finalmente el músico es admitido tras el abandono de Moraz. Se retiran a una mansión idílica en un lugar paradisíaco junto a un lago a los pies de Los Alpes suizos para componer Going For The One (1.977), el inicio del fin. Nada dura para siempre. Con el siguiente disco, Tormato (1.978), llegaron al número 10 en EE.UU., obtuvieron sus mayores ventas y, paradójicamente, su mayor grado de insatisfacción, tanto por la pésima producción como por el resultado final -no todos los miembros participaron por igual en su composición, ni en los arreglos-. El hecho fue que incluso alguno de ellos puso de manifiesto abiertamente su descontento. En realidad, Tormato parece un disco forzado, artificial que, sin embargo, con el paso del tiempo y cierta perspectiva ha logrado el reconocimiento de los seguidores más puristas.

A partir de entonces la banda se fragmentó. Sus miembros originales entraban y salían por periodos de tiempo o como colaboradores. Por sus filas pasaron artistas variopintos cuyos curriculums apenas tenían que ver con la trayectoria de la formación. Aunque han permanecido fuera de escena en dos ocasiones, parece que el corazón del dinosaurio sigue latiendo y se niega a extinguirse. El triunvirato formado por Squire, Howe y White se mantiene activo hasta el momento pero, como todos los casos vistos hasta ahora, su trabajo dista años luz de la impresionante obra que nos legaron en los 70.



«LA PÉRDIDA DE LA INOCENCIA»

El álbum Rock Bottom (1.974),
de Robert Wyatt, está considerado
por los expertos una joya
del Rock progresivo
He dejado para el final un elemento de difícil análisis. Una sorpresa. Un suceso que por sí sólo no puede sostenerse en el entramado contextual de la música rock en el momento en el que aconteció. En medio del clima permisivo -impuesto- que inundaba la costa oeste americana, los experimentos con el cannabis, incluso las experiencias con el ácido, habían llegado a ser aceptados hasta cierto punto como un componente fundamental de los procesos artísticos emergentes. En cierto modo, el movimiento hippie que había dado lugar a las nuevas y complejas corrientes musicales, también había insuflado un halo de inocencia, de manifiesta inocuidad que subyacía en las nuevas corrientes musicales provocando la condescendencia general de la sociedad. Las actitudes y enfrentamientos teñidos de irónica socarronería o, en el peor de los casos, maliciosa intencionalidad, cuando no se escondían bajo un paraguas de sustanciosas dosis de sentido del humor, eran contundentemente repelidas y controladas por medio de armas convencionales al servicio del poder -político, social e industrial, como en el caso de Frank Zappa, por ejemplo-. Para lo que la sociedad moderna universal no estaba preparada era para la llegada de un OVNI descubierto por la influyente figura artística del momento, el ínclito Andy Warhol.

Cuando el genio pop se encaprichó del aquel grupúsculo de jóvenes intelectuales llamados Velvet Underground, cultos y alejados de manera equidistante de todos los estereotipos conocidos hasta entonces, es de suponer que fue capaz de apreciar el malditismo, la originalidad, la sofisticación, la crudeza, la exitación o la violencia que caracterizaban a una banda más próxima al cine de arte y ensayo que a la mercadotecnia del rock. Sin embargo, y a pesar de ellos mismos, sus descaradas contorsiones con la droga dura, sus experimentos vanguardistas, la sucia poesía que imprimieron a sus trabajos o el chocante y distorsionado sonido que escupieron a una sociedad contemporánea que quizás en el fondo representaban, con su absurda carga de nihilismo extremo, todo ello en conjunto, fue sintetizado con el paso del tiempo como uno de los episodios más trascendentes de la historia de la música rock. A día de hoy, nadie duda lo más mínimo de que hubo un antes y un después de la Velvet, y de que este hito no ha vuelto aún a repetirse. Como casi todo el mundo, me quedo con los dos primeros LPs, aún con Cale chirriando los instrumentos.

Atrás quedaron también pioneros del género como The Moody Blues, The Nice o Procol Harum; las influencias de supergrupos como Traffic -con Steve Winwood, Dave Mason y Jim Capaldi como miembros, nada más, y nada menos-, Cream o el Jeff Beck Group; otros con mayor o menor reconocimiento según los casos, como Caravan, T2, Camel, Barclays James Harvest, o Gentle Giant; rarezas, extravagancias o inclasificables como Henry Cow, Hawkwind o Van Der Graaf Generator; visionarios adelantados a su tiempo como Brian Eno, tan sobrado creativa y técnicamente que abruma, y por supuesto patéticas reminiscencias como Marillion. Otros dignos representantes que no obtuvieron el reconocimiento que merecían o cuyos trabajos no abarcaron más que a un selecto grupo de iluminados seguidores fueron Robert Wyatt, Kevin Ayers -ambos provenientes del la selecta Soft Machine, a quien de camino también podría incluirse aquí- o el multi-instrumentista, poeta y compositor fundador de la Van Der Graaf que despierta tanto entusiasmo como desprecio, Peter Hammill.

Curiosamente, y es algo que nunca he llegado a explicarme del todo, me da la impresión de que este último apunte sobre Hammill es aplicable a toda esta vertiente del rock. Ni siquiera el Punk ha provocado tanto rechazo en un amplio sector de la audiencia. Posiblemente, ningún otro estilo, subgénero o corriente musical se haya regido por patrones tan distantes de las fuentes con la que empezó todo esto, sin salirse de las fronteras que definen el camino recorrido por el Rock. Tal vez sea por eso. De lo que no cabe duda es de que, aún así, este género dejó su huella en la historia de la música, y los oyentes que supieron asimilar sus conceptos y empaparse con sus complejas melodías le atribuyen colectivamente un genérico sello distintivo: la calidad.

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