Verma «Drift»
«LA CIUDAD SIN NOMBRE»
Unas alpacas reposan sobre la nieve del mes de junio mientras rumian las insustanciales matas de hierba consumidas junto a una pista de tierra hundida por el hielo y los camiones. Lleva a La Rinconada, un lugar a 5.400 mts. de altitud, alejado de todo y que, sin embargo, forma parte de nuestro mundo.
En la concentración de población más alta de la Tierra la falta de oxígeno dificulta la respiración. Las temperaturas de -15° durante el día y -25° durante la noche contribuyen a enrarecer el ambiente. La barrera de un puesto de policía medio abandonado, a 2 kmts. de La Rinconada, anuncia el final del mundo y el inicio de su pesadilla. Hace tiempo que el Departamento de Puno, en Perú, dejó de proveer al escaso destacamento policial los elementos básicos para el desarrollo de su trabajo y la unidad tiene que buscarse la vida por sí mísma para combatir los rigores del clima extremo. Una tormenta durante un mes de agosto se llevó parte del tejado de la comisaría y las goteras amenazan con convertirse en caños de aguanieve que terminen por inundar el recinto. El combustible para alimentar el grupo electrógeno y las estufas no llega con la regularidad que debiera y a veces los miembros del puesto de seguridad pasan más de veinte días sin luz ni calefacción.
El trabajo de los cinco policías consiste, básicamente, en subir y bajar la barrera de acceso. No disponen de vehículo ni del equipamiento adecuado. La sola idea de ejercer como fuerzas del orden ante una población de 30.000 habitantes no sólo resulta pretenciosa, sino que comporta un ejercicio de temeridad injustificable. Las muertes y asesinatos producidos en el conjunto de chabolas más alto del mundo tienen abierta una investigación protocolaria, pero ni uno sólo de ellos ha podido resolverse hasta el momento.
La Rinconada forma parte de la jurisdicción del Distrito de Ananea, en la Provincia de San Antonio de Putina. Su urbanismo carece de ordenación. Pequeñas zanjas discurren por en medio del piso fangoso de sus calles a modo de alcantarillado de superficie, ya que no dispone de red subterránea ni de infraestructuras sanitarias de clase alguna. El hedor es insoportable. En las chabolas tampoco hay agua corriente ni calefacción –en cierto modo me recuerda «la Ciudad sin Nombre»–.
Los desperdicios y las inmundicias son arrojados entre las viviendas y por los alrededores de la ciudad. Las aguas sucias y los excrementos se vierten directamente en las zanjas de las calles. Casi treinta mil personas han pactado una alianza con el mercurio depurativo del oro para contaminar indiscriminadamente una extensa área del Nevado de Ananea y crear una atmósfera irrespirable donde proliferan las enfermedades infecciosas, que afectan particularmente a los niños.
La caída de la nieve sepulta montones de basura que se pudre durante el deshielo contaminando los arroyos y vertientes que desembocan en la laguna glaciar, con lo que la contaminación se extiende hasta las zonas más bajas, que se nutren del agua de los ríos que vienen de las montañas. En contra de la opinión de las autoridades, parece que la problemática confrontación entre ecología y economía no puede restringirse al área de explotación minera.
«LA EXPLOTACIÓN DE LA MINA»
Hace 500 años que se extrae oro del glaciar y las montañas que lo circundan. Fueron los Incas los primeros que descubrieron su potencial. Luego llegaron los españoles. Ahora, La Rinconada acoge a los fracasados, a quienes no tienen nada que perder. Perseguidos por la justicia y marginados junto a familias desahuciadas. A los más pobres. Todos ellos han forjado un código de comportamiento que hace que este recóndito asentamiento posea una idiosincrasia particular dominada por la falta de pasado, un presente irreal y un incierto futuro basado en el hallazgo de brillantes pepitas de oro escondidas bajo el oscuro y sucio hielo.
Las estrechas vetas desperdigadas por vastos parajes montañosos probablemente contienen enormes cantidades de oro en sus entrañas, pero su distribución en pequeños filones hace de La Rinconada una mina de bajo rendimiento, ya que en su mayor parte el mineral sólo puede extraerse de forma artesanal.
El estado de Perú es el poseedor de unos recursos explotados en concesión por una compañía privada que los subcontrata a su vez a unos centenares de pequeños empresarios. Los trabajadores que obtienen el preciado mineral, excavando profundas galerías bajo el glaciar y en las faldas de la montaña, son empleados mediante el método del cachorreo, un pacto verbal por el que el minero trabaja sin salario establecido durante un mes. Transcurrido este periodo se les concede la explotación libre del pozo por una jornada completa en su propio beneficio.
La vida tampoco resulta fácil para los contratistas. El gobierno peruano no reconoce el Estatuto de Minas Artesanales por lo que ni éstos ni sus empleados gozan de amparo legal. No pueden obtener ayudas gubernamentales ni acogerse a programas e iniciativas institucionales. Ni unos ni otros tienen derecho a coberturas sociales ni a la obtención de créditos para inversiones. Digamos que el estado se ha sacudido la responsabilidad a través del arrendamiento de la explotación a la compañía matriz.
Los trabajadores inician su jornada de trabajo a las seis de mañana con una caminata de más o menos una hora por senderos de alta montaña por los que ascienden a las bocas de entrada a las minas. Una vez allí, los contratistas suministran a los mineros las hojas de coca que paliarán los dolores y la fatiga provocados por el frío glaciar, la falta de oxígeno y el cansancio.
A continuación se realizan las ofrendas a la mina enterrando algunas de esas hojas, comida o algo de alcohol en una grieta rocosa. Una antigua creencia dice que si se deja pudrir un cerebro humano en el interior de un pozo provoca una reacción química que hace que el oro aflore a la superficie. Algunos adeptos a este dogma siguen sacrificando seres humanos en La Rinconada, y aunque se encuentran abiertas varias investigaciones hasta el momento no se han encontrado los culpables. Es la fiebre del oro.
Las galerías se abren con dinamita, pero no mediante detonadores a distancia provistos de cables que hagan estallar la carga, los mineros embuten los cartuchos en las paredes de la mina, prenden la mecha y corren lo más lejos posible para resguardarse de los efectos de la explosión. Los accidentes son inevitables.
En los alrededores de los accesos trabajan incansablemente familias enteras moliendo las piedras que los hombres han extraído del filón, hasta reducirlas a polvo. Es la preparación para la etapa de depuración en la que se separa el oro. El proceso es completamente artesanal. En una base de piedra cóncava se vierten agua y mercurio. Se coloca encima una roca convenientemente esculpida y redondeada, a modo de muela. Se añade el polvo que contiene el oro y el minero, subido en la muela, realiza un movimiento de vaivén que hace que el metal se separe del polvo de roca y se pegue al mercurio. En cada movimiento una pequeña parte del líquido rebosa por una hendidura de decantación y el agua contaminada con mercurio se vierte en la tierra. Aunque buena parte del mercurio vuelve a recuperarse, un tanto cae por la ladera contaminando peligrosamente el medio ambiente.
Verma «From Thunder»
«LOS ASPECTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES»
La profunda crisis económica que padeció Perú a finales de los 80 elevó la inflación hasta niveles insostenibles y tuvo repercusiones estructurales que todavía se siguen padeciendo por la mayor parte de los ciudadanos. Un diploma o título académico no garantiza un buen puesto de trabajo, ni siquiera un empleo precario, tal y como ocurre actualmente en España, y la agricultura o la ganadería, bastante arraigadas en la población, no son alternativas para obtener un mínimo nivel de ingresos. Estas circunstancias favorecen que muchas familias sin recursos se sientan tentadas a probar fortuna.
Como en el viejo oeste, será la suerte quien marque el devenir de los acontecimientos. Un buen filón permitirá a los trabajadores subsistir durante el mes siguiente, e incluso ahorrar un poco de dinero si el azar juega a su favor. Un mal día los llevará a empeñarse con uno de los muchos prestamistas de la ciudad para comprar alimentos y productos básicos. Dependerá de un golpe de suerte que sus destinos no se precipiten hacia un círculo vicioso en el que cada día se hallen más endeudados y comprometidos.
Una pequeña parte de los mineros lo consigue, apenas un cinco por ciento aproximadamente, la mayoría se ven abocados a una economía de subsistencia que les permita seguir soñando con encontrar esa pepita de medio kilo o más, que hasta el momento nunca ha sido hallada.
En cuanto a la salud, para la obtención del oro se extrae la mayor parte del mercurio, por filtración, hasta condensar una pequeña bolita de mineral que contiene dos partes de mercurio por una de oro. En los establecimientos autorizados por el gobierno para acopio de oro, los comerciantes funden esas bolitas para evaporar el mercurio y aislar el oro puro. El mercurio vaporizado sale por las chimeneas y al contacto con el frío se condensa en los tejados colindantes. La Rinconada produce entre dos y tres toneladas de oro al año, por lo tanto, entre cuatro y seis toneladas de mercurio se dispersan en el aire y acaban asentándose en las casas y en los tejados. Ante la falta de agua corriente muchas personas han instalado canaletas para recuperar el agua de la nieve que se funde en sus tejados y aprovecharla para el consumo. La contaminación inmediata por ingerencia de mercurio a través del agua es la más grave de las que se dan en el área de La Rinconada.
El mercurio afecta directamente al sistema nervioso, aumenta la agresividad del individuo y finalmente paraliza el sistema motor. Se cree que esta substancia es la causante del aumento de la violencia entre la población, que ha crecido de manera alarmante en los últimos tiempos.
La preciada carne de alpaca, tradicionalmente muy magra y saludable, constituye la principal fuente de proteínas de los habitantes de La Rinconada. Este camélido nómada del altiplano ha modificado su conducta y ya no se traslada por la cordillera montañosa en busca de pastos y yerbas, se ha acostumbrado a rebuscar en los vertederos, disputando la basura a perros y rapaces carroñeras, para obtener más fácilmente las calorías que necesita.
Un médico asistido por dos enfermeras y una matrona representan la dotación sanitaria de la población. El titular del centro asistencial ha manifestado que lo único que contiene la propagación de una epidemia, debida a la contaminación ambiental, es el hecho de que las dos terceras partes del año La Rinconada permanece cubierta por la nieve, que frena la proliferación de virus y bacterias. Aún así, el centro se encuentra sobresaturado y el personal sanitario se ve incapacitado para cubrir la demanda asistencial de la población, lo que ha propiciado la proliferación de sacamuelas, curanderos, chamanes y todo tipo de practicantes de medicina alternativa.
¿Y qué depara el futuro? Se ha calculado que de cada minero dependen directa o indirectamente una media de ocho personas entre familiares, comerciantes, suministradores, etc., lo que significa que el cerramiento de la mina acarrearía la destrucción de unos 100.000 puestos de trabajo, algo completamente impensable, dada la situación de Perú, parecida a la de España. Pero es necesario cambiar algo para que el camino que queda por recorrer en La Rinconada no lleve a su población al caos. Los problemas de seguridad, salubridad y contaminación deben resolverse.
La evolución pasa irremisiblemente por el reconocimiento del estado de las particulares características que condicionan la explotación minera. Las Organizaciones No Gubernamentales están presionando al gobierno para que integre el Estatuto de Minas Artesanales dentro de la legislación como primer paso para el desarrollo de la zona. A partir de ahí, la población podrá presionar a las autoridades para que dote a la ciudad de infraestructuras básicas indispensables: una planta de tratamiento de aguas con una red de alcantarillado y saneamiento; una dotación hospitalaria suficiente; incremento del número de unidades de las fuerzas del orden y acondicionamiento de sus recursos y equipamiento; por último, mejorar la carretera de acceso para fomentar el comercio y facilitar los traslados.
Las palabras de uno de los contratistas de la mina lo resumen todo: «somos mendigos sentados en un banco de oro pidiendo limosna».
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