viernes, 1 de agosto de 2014

«Mahatmas» entrañables: Dersú Uzála


Como en las anteriores entradas de la serie, también este post tiene su origen en un libro de 1923, Dersú Uzalá, del explorador y escritor ruso Vladimir Arséniev. Otro de mis realizadores de culto –ya cité en el anterior post a Werner Herzog–, el japonés Akira Kurosawa, se hizo eco de esta bella historia en una producción de 1975 con el mismo título, aunque, al menos en la versión distribuida en España, se subtituló como El Cazador, supongo que en un intento de atraer a un público que de otro modo no iba a interesarse por la película.


El libro narra la historia real de la relación de amistad que mantuvieron el autor, un oficial del ejército ruso enviado a explorar la taiga siberiana suroriental en dos misiones entre 1902 y 1907, y un cazador de la etnia Hezhen, conocida como Gold.

Hezhen puede traducirse como "gente de oriente", y el hecho de que este singular pueblo se distribuya por un amplio territorio que se extiende por varios países da una idea del tipo de arraigo e idiosincrasia de sus integrantes. Los nanai –término más general que los identifica como "nativos"– pertenecen a la región de Amur, que abarca una vasta área entre el sureste de Siberia (Rusia) y el noreste chino, atravesado por la cuenca del río Amur, que se prolonga incluso hasta Mongolia.

Aunque Dersú pertenecía a los hezhen, cazadores-recolectores nómadas que habitan el bajo Amur, en la vertiente oriental del río Ussuri, en el lado ruso, su "sentido de pertenencia política", en consonancia con la idiosincrasia de su pueblo, se basaba en unos principios mucho más elevados que los que un ciudadano común puede exhibir. El cazador estaba muy lejos de formar parte de la división geopolítica establecida, en términos formales, más bien se integraba en un espacio natural delimitado por la cobertura de sus necesidades elementales: la caza, la recolección, el cobijo, la pesca, el comercio básico –munición, tabaco, cerillas, etc. –, en comunión con el entorno natural salvaje de la taiga siberiana y con los ideales animistas indispensables para establecer ese equilibrio fundamental con un medio tan duro como el descrito en las narraciones del oficial explorador ruso. Esas eran sus verdaderas fronteras.
«Cuando un soldado, dejándose llevar por la fisonomía del pequeño Dersú, le pregunta si es chino o coreano, éste le contesta con un escueto "soy gold".»


Ese modo de entender la vida, que tradicionalmente encontramos en todos los pueblos nativos, se basa en el respeto a la naturaleza y a cada uno de los elementos que la integran, animados o no: los animales, las plantas, los árboles, los ríos, el viento, las montañas, el cielo, el sol, la tierra, el fuego, la lluvia, a los que se les atribuye un "alma" latente que en cierto modo los dota de "vida" y los hace dignos de respeto.
«Ordinariamente, Dersú emplea el término "gente" en un sentido general, para referirse a todo lo que "late"; así, él mísmo se presenta al destacamento con un "¡no disparéis, soy gente!"; una brasa incandescente que chisporrotea en el fuego es reprendida por quejarse tanto –el fuego, como el agua y el viento, es "gente fuerte que cuando se enfada da miedo"–; o llueve cuando el sol, que "es gente muy importante", se entristece y derrama sus lágrimas. Los jabalíes, los venados o el tigre, también son "gente", como el agua del río o los montes nevados.»
En el transcurso de su relación, el Capitán Arséniev, una persona sensible, educada, íntegra y con sólidos principios, descubre con sorpresa que aquel hombre tosco y menudo posee un don, una singularidad que lo magnetiza y lo sorprende, y muy al contrario de lo que se podría esperar no reacciona como el resto de la tropa ante las poco convencionales actitudes y decisiones que Dersú toma ante determinadas situaciones -chocantes, desde el punto de vista cultural de los soldados-. Enseguida entiende que lo que el nativo lleva a cabo es una dignificación de las cosas. Sus muestras de respeto al entorno se circunscriben en un marco de solemnidad sin artificialismos. Dersú nunca se quedará absorto mirando una puesta de sol en el valle –en el sentido de apreciación de la "plasticidad" del momento y la situación- porque él forma parte de ese momento y ese lugar. Forma parte de esa puesta de sol en el valle. Y claro que alcanza la plenitud y que trasciende hasta conseguir un sereno equilibrio, pero en un plano mucho más profundo de lo convencional y culturalmente establecido, lo que se supone difícil de entender por personas ignorantes como los soldados.

«Dersú recrimina a un miembro del destacamento: "Mira, tú eres un verdadero niño; te paseas con la cabeza colgando, sin ver nada, a pesar de tus ojos, y sin comprender las cosas. ¡Están bien los ciudadanos en su ciudad! Allí no tienen ninguna necesidad de cazar el ciervo; si quieren comerlo lo compran. Pero cuando viven solos en la montaña perecen".»
Khusugtun   «Khösögtön»


«SINOPSIS»

Un destacamento del ejército ruso al mando de un ingeniero (topógrafo), el capitán Vladímir Arséniev, es enviado a explorar y cartografiar la vertiente rusa de la cuenca del río Ussuri, afluente del Amur, y las montañas de Sijote-Alin, en una remota región salvaje del sureste de Siberia, en la frontera con China.

Allí encuentran un cazador gold, de nombre Dersú Uzalá, que les guía y acompaña por la taiga, y pronto conecta personalmente con el oficial, hombre culto, sensible e inteligente, que lejos de comportarse de manera etnocéntrica y distante con el nativo abre su corazón y su mente al pequeño hombrecillo con tolerancia, curiosidad y admiración. Recíprocamente, el cazador también da muestras de respeto y cariño hacia el capitán que contribuyen a fortalecer los lazos de unión y amistad que van forjándose con el paso del tiempo entre ambos personajes. Dersú va ganándose poco a poco el respeto de una tropa ignorante que termina por rendirse ante su sabiduría y forma de vida.


Durante los años de exploración, el grupo pasa por avatares de toda índole: rigores del clima extremo, aludes, paso de torrenteras, navegación por ríos caudalosos, arriesgadas travesías de montaña, animales salvajes, bandidos, enfrentamientos con tribus nativas, etc. Todos estos acontecimientos contribuyen a estrechar los fuertes lazos de unión entre los soldados, el capitán y el guía, que en varias ocasiones les salva la vida, ganándose su confianza.

En una segunda misión exploratoria, con un destacamento mucho más numeroso, el capitán Arséniev encuentra de nuevo a su amigo en el interior del bosque y éste se une al grupo para guiarlos a través del salvaje territorio de la cuenca del Ussuri.


Un desafortunado encuentro con Amba, el tigre identificado con el alma de la taiga, al que Dersú dispara y deja mal herido, pone de manifiesto la pérdida de visión del cazador que vuelve a fallar otras piezas más adelante. Éste atribuye su pérdida de reflejos a una maldición por haber disparado y herido al felino, a quien aventura una muerte agónica. Desde ese momento, su carácter se agria y se vuelve arisco y malhumorado y vive con la creencia de que la taiga enviará otro tigre para vengarse por la muerte de Amba.

Ante la imposibilidad de cazar, su único medio de vida, el oficial invita a Dersú a abandonar la taiga y acompañarle a su casa de Jabárovsk. Tras un corto periodo de tiempo el nativo se muestra incapaz de adaptarse a la vida en la ciudad y se suceden algunos desagradables incidentes: como el enfrentamiento con un repartidor de agua que provoca una reacción de indignación en Dersú, por "venderla habiendo tanta en el río", por lo que es insultado con vehemencia como "mala gente"; o la decepción por no poder disparar en la ciudad para limpiar su escopeta ni permitírsele construir una cabaña para vivir en la calle. La gota que colma el vaso se produce cuando, tras su enfado por comprobar que había que pagar la leña para calentarse, es detenido por intentar cortar árboles en el parque.


En la primavera de 1908, Dersú abandona la casa del capitán para regresar al bosque, según manifiesta, porque "en la ciudad le falta el aire y, si sigue allí, morirá de tristeza".

Poco después, Arséniev recibe un telegrama en el que se le informa de que debe presentarse en el puesto de policía de Korfovskiy para identificar el cadáver de un gold asesinado, al que se le había encontrado una tarjeta de visita con su nombre y dirección.


«GENTE BUENA»

Dersú distinguía entre "mala y buena gente", para diferenciar quien podía o no hacer daño, pero imprimía un matiz de intencionalidad a la hora de atribuirlos para aislar filosóficamente aquello que aún pudiendo causarte un perjuicio no poseía un componente de maldad. Por ejemplo, la tormenta, la crecida del río o los aludes no eran "mala gente", sino la transformación de "gente importante" como el agua, el viento o la nieve cuando "se enfadaban". Para mí, una constatación más de la pureza de espíritu del personaje.

Otra muestra de ello la proporciona el propio Arséniev. Tras reparar algunos desperfectos en una pequeña cabaña, levantada como refugio en el interior de la taiga, Dersú pide al capitán un poco de arroz, sal y unas cerillas, y le explica que reunirá algo de leña que dejará junto a los víveres, por si son necesarios para otras personas de paso que necesiten auxilio. El escritor relata la fascinación que sentía por su amigo, por su instinto de supervivencia, tan desarrollado que abarcaba al resto de la "gente" –en el sentido de que lo hacía extensivo a otras personas por las que se preocupaba sin ni siquiera conocerlas, y a las que seguramente jamás conocería–. Arséniev lo describe como un ser con un "alma grande y limpia", por eso es objeto de esta entrada.

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