viernes, 4 de abril de 2014

Un lector que quería ser poeta


«EL AMANTE DE LIBROS»

Estaba obsesionado con la poesía y los poetas, aunque él nunca terminó de creerse uno de ellos -es verdad que su prosa contiene gran carga lírica mientras que la mayor parte de su poesía es muy prosaica- pero ante todo era un entusiasta, un vitalista:

Yo he sido feliz durante todos los días de mi vida, al menos durante un ratito.

…y un amante de la belleza literaria:

Alguien prendió un cigarrillo y se puso a llorar. Imposible escribir poemas. Estoy enamorado.

Ya estoy cansado, no puedo escribir más (quiero dejar mi cuerpo en la playa, tal vez alguna persona se acerque y se lo lleve).

Manifestaba su pasional amor por la literatura sin complejos:

Lo más importante no es escribir sino leer… …uno empieza comprando libros, o robándolos, y termina leyéndolos. Pero en mi caso se ha convertido en una obsesión, compro libros y a veces ni siquiera los leo, los acaricio.



«QUÉ PASÓ»

Nació el 28 de abril de 1953 en Santiago de Chile. Hijo de un exboxeador y una profesora de matemáticas, de la que hereda el hábito de la lectura –según comentaba su madre, aprendió a leer, él sólo, cuando tenía tres años-.

Con siete años escribió el cuento de unas gallinas que, ante la sorpresa de los demás animales de la granja, se enamoraron de un pato.

En su infancia, un médico le prescribió que dejara de leer durante un tiempo por su adicción enfermiza a la lectura. En el colegio suspendió “Lengua castellana”.

Pasa su adolescencia en México DF, donde se traslada la familia, entre libros de la Biblioteca Pública y volúmenes de asiduas librerías.

Toma la decisión de vivir una vida bohemia, como la de un poeta, adaptándose al nuevo entorno sin dificultades y sin cuestionarse qué le deparará el futuro por dicha elección. Estaba convencido de que la vida de los poetas era desmesurada y arriesgada.

Tras el golpe de estado de Augusto Pinochet en Santiago de Chile, el 11 de septiembre de 1973, se presenta voluntario para luchar contra los fascistas. Yendo de Los Ángeles a Concepción fue detenido en el autobús en el que viajaba y encarcelado durante ocho días sin que en ningún momento se le informara de los cargos que se le imputaban. Por suerte, dos policías excompañeros de la época estudiantil lo sacaron de la cárcel y aprovechó para marcharse del país.

En 1977, tras la separación de sus padres, viaja a Barcelona como emigrante económico para cuidar a su madre enferma. Con la ayuda de algún amigo alquila un cuartucho en la Carrer dels Tallers. Su vida es tan amarga que escribe: “Barcelona, Barcelona, qué has hecho de mí…”.

Comienza un periplo de empleos de supervivencia: vendedor de bisutería, lavaplatos, basurero, estibador, vigilante; mientras, sigue escribiendo compulsivamente. En Gerona intenta promover una editorial de poesía.

Conoce a una trabajadora social, Carolina López, a quién invita a compartir su vida espartana. Se trasladan a Blanes, donde su madre había abierto un pequeño negocio. Monta un puesto callejero de bisutería en la puerta de la tienda, Carolina encuentra trabajo y se establecen en la costa. Llevan una austera vida de subsistencia en el almacén trasero del local.

En 1990 tienen su primer hijo, Lautaro.

En 1992 aparecen los primeros síntomas de la enfermedad hepática que socavaría su salud.

En 1996 llega su primera alegría al publicar una editorial de entidad como Seix Barral su obra “La literatura nazi en América”. Cuando recibió la noticia fue tal su sorpresa que llamó a la editorial para confirmarlo.

Tras este primer éxito cobra energías renovadas y ante la insistencia de Jorge Herralde, editor de Anagrama, para que le haga llegar su próximo trabajo –anteriormente le había enviado el texto de “La literatura nazi en América”-, escribe en pocas semanas “Estrella distante”.

En 1998 gana el premio Herralde y el Rómulo Gallegos, adquiere notoriedad y frecuenta círculos literarios en los que conoce algunas celebridades. El reconocimiento le llega con cierto cansancio vital. Demasiados años de penurias y marginalidad, de lucha permanentemente por sobrevivir -lo que contribuyó sin duda a forjar un ser íntegro poco amigo de aduladores-. Estas circunstancias lo llevan a declinar la invitación para participar como conferenciante en diversos actos y realizar varios viajes.


En 2001 nace su hija Alexandra.

La enfermedad no da tregua al escritor, que llega a tomar más de veinte pastillas diarias, y se inscribe en lista de espera para un transplante de hígado. Consciente de la gravedad de su situación emprende la tarea de salvaguardar el futuro de su familia. Para ello acomete su ambicioso proyecto final, una novela de más de mil páginas: 2666.

En julio de 2003 el transplante que espera no llega a tiempo y sufre su última crisis hepática. Roberto Bolaño muere en Barcelona el 15 de julio de 2003.


«LO QUE SE DICE»

La obra de Roberto Bolaño se considera una de las más influyentes de la literatura hispanoamericana de los últimos tiempos, pero su vida y realidad no fueron precisamente las de un escritor de éxito.

He buscado observaciones relacionadas con la paradoja del párrafo anterior y he encontrado esta afirmación de Mario Vargas Llosa: “había pesimistas que decían que la literatura en lengua española había cumplido una etapa y ya no interesaba más allá del ámbito de la propia lengua…”, lo que da una idea de la trascendencia de su obra y, por otra parte y sin embargo, Roberto Bolaño manifestaba que “el oficio de la escritura está poblado de canallas… …que no se dan cuenta de lo inmensamente frágil y efímero que es”.

Durante los últimos años que el autor chileno pasó en España, donde llevó una vida de austeridad cercana a la pobreza, su trayectoria se aproximó más a la de los grandes escritores malditos que a los éxitos mediáticos de reconocidas estrellas de culto de la novela sudamericana de los 70. No cabe duda de que este extraño antagonismo contribuyó a forjar su propia leyenda. La de un mito obsesionado con la literatura. Vargas Llosa: “El hecho de convertirse en mito -por su vida convulsa, sus últimos años de agonía debido a su enfermedad, escribiendo compulsivamente, su temprana muerte…- ha contribuido a potenciar el reconocimiento de la calidad y originalidad de su obra”.

Su mejor amigo, el poeta mexicano Mario Santiago con el que intimó en México durante su juventud, murió poco antes que Bolaño. De él contaba que siempre traía los libros mojados, aunque no lloviera. Lo comprendió todo el día que lo sorprendió leyendo en la ducha. Mario Santiago escribía: “si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”.

He escuchado a un fiel lector de Bolaño decir: “Creo que los libros de Roberto Bolaño están escritos por dos razones, una por necesidad, para poder comer, y otra porque no sabía hacer otra cosa. Su vida era la escritura. Si escritores como Bolaño no escribieran, la de cosas que se les quedarían dentro, un mundo sin salir”.

Veo a Bolaño como un prisma que descomponía la luz en bellos colores de celebración de la vida. En México, durante su adolescencia descubrió el amor, forjó su personalidad bohemia e inició su realización personal como escritor, lo que idealizó de tal manera que cuando un amigo le preguntó porqué no había regresado tras su viaje a Santiago de Chile durante el golpe de estado, Roberto respondió que estaba seguro de que entonces moriría allí. El escritor Juan Villoro lo define como “un celebrador de la vida”.

Este mismo escritor también da pistas sobre su naturaleza pura, rebelde y existencialista: “Fundó en México un grupo, compuesto por escritores, que denominó los Infra-realistas, que más tarde aparecerían en su novela ‘Los detectives salvajes’ como los visceral-realistas. Se trataba de un conjunto de autores radicales y muy rebeldes que asistían a actos culturales para reventarlos. Durante la lectura pública de un texto por parte de Octavio Paz llegaron pasados de copas gritando e insultando al escritor y tuvieron que desalojarlos a la fuerza. Hacían este tipo de provocaciones. También editaron una revista literaria.

Esta vitalidad existencial se manifestó a lo largo de su vida a través de su increíble capacidad de adaptación a entornos difíciles y marginales, lo que paradójicamente puede esconder un síndrome inadaptativo, precisamente al medio social convencional.

Mario Vargas Llosa comenta: “Cuando ejercía de crítico era un parricida con las generaciones anteriores. Lo que es un sano ejercicio ya que la única manera de que los hijos se liberen y alcancen su propia personalidad es matando a los padres. Un rito que él cumplió cabalmente. Pero al mismo tiempo era muy generoso con algunos autores, de los que era muy entusiasta, como Borges o Cortázar.

Y debió ser así, porque Roberto Bolaño decía:

En la naturaleza de la poesía borgiana hay inteligencia, y también valentía y desesperanza, es decir, lo único que incita a la reflexión y mantiene viva una poesía.


«EN SU PERIPLO BARCELONÉS»

Bolaño se trasladó a Barcelona a finales de los 70, ciudad que, tras París, se había convertido en el motor de la literatura para los escritores hispanoamericanos, por su hospitalidad, su carácter y su impulso editorial -lo que provocó el restablecimiento de las relaciones entre sudamericanos y españoles tras prácticamente 40 años de incomunicación-. Son los años de mayores penurias. Escribe a un amigo:

Me han conmovido tus regalos, son útiles y contienen vitaminas, sobres para mandar cartas, papel para escribir, la agenda del vino que Ana envió para mí. Ocasionalmente queso, yogur, pan dulce. Aquellas mañanas de primavera en que llegabas a despertarme y yo estaba tan mal, manzanas, naranjas… A veces una cajetilla de Gauloise, ¡qué lujo! Bolígrafos Bic, buenas noticias. Te escribo esto, para darte las gracias.

Algo que continuó después de trasladarse a Blanes. Un matrimonio, ya jubilado, que regentaba un bar donde paraba Roberto describe cómo era la situación: “Era una época muy mala, con mucha droga y sin trabajo. El 90% de los muchachos estaban enganchados, pero Roberto era muy tímido y educado y nunca causó problemas”. Cuando no tenía dinero le invitaban a un café que él siempre prometía pagar, pero eso era lo único que aceptaba. Jamás lo vieron tomar alcohol.

Sobre sus primeros momentos en Blanes escribió:

Los primeros amigos que tuve en Blanes eran todos drogadictos… …hoy la mayoría están muertos. Algunos murieron de sobredosis, otros de sida. Cuando yo los conocí eran muchachos jóvenes y guapos que me dieron la bienvenida…

Después llegó Lautaro, con él en las rodillas escribía narraciones incansablemente y coleccionaba textos rechazados por las editoriales. Se presentaba a concursos de relatos y cuentos en provincias en los que ocasionalmente ganaba algún premio o mención y se extrañaba de que en algunos certámenes un escritor de la talla de Antonio di Benedetto, traducido a numerosísimas lenguas, tan sólo obtuviera una mención. Puede que todas estas situaciones minaran su espíritu, aunque su intelecto permaneciera intacto.

Hasta que por fin le sonrió el éxito con la publicación de su primera novela, La literatura nazi en América (Seix Barral), que destapó el cofre de los tesoros que ha legado a la humanidad. Aún así, su integridad moral, su salvaguarda de la intimidad y su costumbrismo rutinario crearon una especie de barrera invisible contra las malas influencias. Hasta tal punto ejercía ese costumbrismo que a pesar de los éxitos seguía viviendo de forma austera, sin televisión, calefacción ni ningún lujo superfluo. Sólo tenía un ordenador para escuchar música mientras escribía, y cuando se le helaban los dedos se marchaba a algún bar en el que calentarse.

Después sintió que la sombra se acercaba. Con esa rara belleza negra que produce temor sin llegar a dar miedo. Aquélla que te sorbe la voluntad para atraerte como un títere hacia su manto aterciopelado. Y escribió: “No te mires en el espejo de tu muerte”.


«¿CONCLUSIONES?»

Creo que el tipo de literatura de Bolaño no es muy popular, pero considero que tampoco es difícil llegar a comprenderla -que es el primer paso para intimar con ella-, y entonces engancha al más pintado de los que aceptan el reto. Por ejemplo, Los detectives salvajes entiende la vida como una obra de arte, por eso conecta tan bien con los vitalistas.

En parte, creo que es la síntesis de la narrativa de Roberto Bolaño, desarrollar un sólido y estructurado argumento que es en realidad la obra de arte, el final no importa tanto. Sé que suena abstracto, pero no se me ocurre otra manera de expresarlo. Y lo hacía tan lúcidamente, con tanta originalidad imaginativa que trascendía hasta hacerte partícipe de su mundo. Un lector dijo que su literatura “te podrá gustar o no, pero pocos escritores tienen un mundo propio. De manera que cualquier cosa que pasa en su mundo pasa a su manera”.

Son opiniones, no cabe duda, pero objetivamente hablando, en palabras del editor de Anagrama, “cuando apareció su novela 2666, con esa grandísima carga literaria, llegaron a venderse 100.000 ejemplares en EE.UU. La crítica sólo tuvo elogios para la obra, de la que se llegó a decir que en el ámbito de la literatura de ficción no había aparecido un trabajo igual desde la edición de ‘100 años de soledad’”.

Lo que se le pide a un escritor es que sepa manejar el lenguaje de forma inteligente. Y como a Roberto Bolaño le embriagaba hasta el aroma que desprenden los libros -“todos tenemos la librería que nos merecemos, salvo los que no tienen ninguna”- no sólo escribía con la soltura de un narrador inteligente, sino que era capaz de trascender más allá de los hechos, como he mencionado anteriormente. –Bolaño: “Yo pienso que todos los escritores, incluso los más mediocres, los más falsos, los peores escritores del mundo, han sentido durante un segundo la sombra del éxtasis. Sin duda el éxtasis no lo han sentido; el éxtasis tal cual, quema. Y alguien que lo siente durante un segundo y luego retorna a su mediocridad existencial es evidente que no se ha metido en el éxtasis. Porque el éxtasis es terrible. Es abrir los ojos ante algo difícil de nombrar. Y difícil de soportar”.

Tal vez esto mismo actuara como arma de doble filo en el transcurso de su vida -Vargas Llosa: “su vida fue una aventura, una novela trágica al final, con esa muerte prematura y con esa desesperación de los últimos años por escribir y escribir, agarrándose a ello como a una tabla de salvación para alguien que se está hundiendo…”.

Y él mismo sentenció, en una gran defensa de los perdedores:

Yo soy de los que creen que el ser humano está condenado de antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero hay que salir y pelear. Además, de la mejor forma posible, de cara y limpiamente, sin pedir cuartel, porque además no te lo darán. E intentar caer como un valiente, porque esa es nuestra victoria”.

Estos ideales forman parte de su vida y por tanto de sus libros, como en su novela Estrella distante, en la que el protagonista es un piloto de aeronave abyecto y represor curtido culturalmente y sensible a la poesía, significando que un alma cultivada no necesariamente debe conformar un ser noble y tolerante.


LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar,
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.


Voy a retener en mi memoria su humilde sencillez, la que dejó huella entre sus conocidos, sus vecinos y sus amigos:

- “…tenía un gran sentido del humor…

- …podía ser extraordinariamente cariñoso; adoraba a los niños, sobre todo a sus hijos…

- “…La gente tenía un concepto ambiguo de Roberto. Se preguntaban: ¿y este tío raro, del abrigo largo?...




"El agua corre
por los bordes
de tu espejo
configurando la p
Apasionadamente."


Patti Smith, ferviente admiradora incondicional de Roberto, ha participado en numerosas manifestaciones de culto al autor, homenajes y celebraciones. Dice que su vida ha discurrido en torno a dos grandes Robertos -fue compañera del genial y celebrado fotógrafo newyorkino Robert Mapplethorpe, del que se han cumplido 25 años de su muerte, cuyo verdadero nombre era Bob-. He pensado que su emblemático "Horses" podría ser una buena forma de rendir tributo a Roberto Bolaño.


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