miércoles, 2 de abril de 2014

Ningyô Jôruri - BUNRAKU


Bunraku responde a un género teatral clásico japonés de títeres para adultos, aunque se cree que hace referencia a la persona de Uemura Bunrakuken, quién estableció un pequeño teatro en Osaka en el año 1805, contribuyendo al auge de este arte escénico que tuvo su máximo florecimiento medio siglo atrás, si bien sus orígenes se remontan al s. XVI. Algunos puristas opinan que lo más adecuado es llamar a este género teatral Ningyô Jôruri -ningyô se traduce como muñeco, o títere en este caso por extensión, y Jôruri es la narración recitada que acompaña la escenificación-.

Más adelante, a partir del último cuarto del siglo XIX, el teatro Bunraku-za contribuyó a divulgar el término Bunraku, que se convirtió en sinónimo de la antigua forma escénica Ningyô Jôruri, y que finalmente terminó imponiéndose popularmente como definición de este tipo de teatro, que goza del reconocimiento de la UNESCO como “Obra maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad”.

La belleza, elegancia y exquisitez que atesora el Bunraku insuflan sentimientos contenidos. Todo, todo lo que rodea la puesta en escena de las recreaciones está cuidado hasta el más mínimo detalle, con la medida, el rigor y la perfección que caracterizan las disciplinas artísticas japonesas. La luz, el vestuario, la música y, sobre todo, las marionetas, sumergen al espectador en un universo onírico en el que las figuras cobran vida gracias a la excelencia de los maestros titiriteros, al recitador (tayu) y al intérprete del shamisen (instrumento que sustituyó al antiguo biwa, un tipo de laud).

Las antiguas obras han sido revisadas en algunos casos para acomodarlas al público actual y a culturas tan diferentes como la occidental, lo que ha contribuido a atraer al espectador y familiarizarlo con los conflictos dramáticos domésticos de la época, sin que por ello se haya prostituido lo más mínimo el contenido original.

Las marionetas son manipuladas por un maestro titiritero (omozukai), que se encarga de sostener la figura –algunas pueden llegar a pesar hasta 20 kgs.- y controlar el movimiento de la cabeza y el rostro, además de manejar su brazo derecho. El omozukai es asistido por el hidarizukai –primer ayudante-, que manipula el brazo izquierdo del títere y por el ashizukai –tercer ayudante-, que se encarga de las piernas, con las que acompaña el ritmo del shamisen.

El tayu –recitador- es el encargado de contar la historia y de poner voz a los protagonistas dotándolos de personalidad propia. El intérprete imprime a la narración un ritmo particular, armónico y cadencioso, con objeto de crear el ambiente más propicio para el desarrollo de la obra. Tradicionalmente, su figura siempre ha sido la más importante del Bunraku.


Finalmente, el intérprete de shamisen es el encargado de marcar el ritmo de la escenificación. Y no es un mero acompañante. Normalmente se trata de acreditados músicos cuyo virtuosismo y calidad interpretativa poseen una contrastada solvencia. Y su función es tan importante y destacada que es el tayu quien se supedita al compás que establece el instrumento, y no al revés.



Conmovedores argumentos dramáticos son la base de la cuidada interpretación. Si bien inicialmente los dramas históricos constituían la base de los desarrollos narrativos del Bunraku, y aunque éstos nunca llegaron a desecharse por completo (véase Kanadehon Chushingura, la obra más famosa), fueron los conflictos domésticos, como las tragedias amorosas suicidas, las que cobraron mayor interés por parte del público a principios del siglo XVIII, como la extraordinaria realización Sonezaki shinju (Los amantes suicidas de Sonezaki), estrenada en Madrid en septiembre del pasado año con la producción del fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto (en la foto). Esta ha sido la primera escala de una gira europea que incluye Roma y París y que dará la vuelta al mundo recalando en las principales capitales.

La obra original tiene una duración de cuatro horas, que la adaptación de Hiroshi Sugimoto ha dejado en dos para proporcionar un formato más accesible al espectador, complementando la representación con una conferencia y una demostración explicativa del estilo japonés de manejo de marionetas.

Esta obra maestra de Chikamatsu Monzaemon fue la que inauguró un nuevo género argumental basado en el drama doméstico (sewa-mono), que resaltaba los conflictos de las emociones humanas y las severas restricciones y obligaciones de aquella sociedad. A raíz de su estreno en 1705, Sonezaki shinju alcanzó tal éxito que traspasó la frontera comercial influyendo en el ámbito social hasta el punto de provocar una cadena de suicidios entre jóvenes amantes.

Programa de la Fundación Japón


Sinopsis

Escena I:
De visita a sus clientes, Tokubei, dependiente de un comercio de salsa de soja, se encuentra con su amada, la cortesana Ohatsu, que se haya por casualidad en el santuario de Ikutama, en Osaka. Llorando, ésta le reprocha que no le escriba ni la visite. Tokubei le explica que ha tenido algunos problemas y, ante su insistencia, le cuenta toda la historia. El tío de Tokubei, el propietario del negocio de salsa de soja, le ha pedido que se case con la sobrina de su mujer, pero Tokubei rechazó la propuesta debido a su amor por Ohatsu. Sin embargo, la madrastra de Tokubei había aceptado el matrimonio sin él saberlo y pactó una dote para su sobrina que se llevó a su pueblo. Cuando Tokubei rechaza de nuevo la propuesta de su tío, éste, muy enojado, le pide que entonces le devuelva el dinero de la dote. Después de recibir la devolución del dinero por parte de su madrastra, Tokubei, en lugar de devolvérselo a su tío se lo presta a su amigo Kuheiji, que se retrasa en devolverlo.

Tokubei, en un santuario, pide a Kuheiji, que llega borracho con un par de amigos, que le devuelva la suma de dinero, pero Kuheiji niega haberlo recibido y durante la discusión él y sus amigos golpean a Tokubei. Cuando Kuheiji se ha marchado, Tokubei proclama su inocencia antes los transeúntes e insinúa que se suicidará.


Escena 2:
Esa misma tarde Ohatsu está de vuelta en Casa Temma, el burdel donde trabaja. Todavía consternada por lo sucedido, sale de la casa después de ver de pasada a Tokubei. Los dos lloran y él le dice que la única opción que le queda es suicidarse. Ohatsu ayuda a Tokubei a ocultarse debajo del porche en el que ella se sienta cuando llegan Kuheiji y sus amigos. Kuheiji continúa proclamando la culpabilidad de Tokubei, pero Ohatsu le dice que ella sabe que es inocente. Entonces, como si estuviera hablando consigo misma, pregunta si Tokubei está decidido a morir. Sin que lo vean los demás, Tokubei responde pasando el pie de su amada por su propio cuello -como las marionetas femeninas no tienen piernas, para esta escena se usa un pie hecho especialmente para la ocasión-. Kuheiji dice que si Tokubei se suicida él cuidará de Ohatsu, pero ella le reprende, llamándole ladrón y mentiroso, y le dice que está tan segura de que Tokubei intenta morir con ella como ella está de morir con él. Abrumado por su amor, Tokubei responde tocando con el pie de ella su frente. Una vez que ha partido Kuheiji y la casa queda en silencio, Ohatsu sale a la calle pasando desapercibida.

Escena 3:
Camino del bosque de Sonezaki, Tokubei y Ohatsu hablan de su amor, y un pasaje lírico recitado por el narrador comenta lo efímero de la vida. Oyendo a unos alborotadores, en una casa de té a la orilla del camino, cantar una canción que trata de un suicidio por amor, Tokubei se pregunta si él y Ohatsu serán los sujetos de tales canciones. Después de llegar al bosque de Sonezaki, Ohatsu corta la faja de su kimono y ambos la usan para unir sus cuerpos y llenar de belleza el acto de su muerte. Tokubei pide perdón a su tío, y Ohatsu a sus padres, por los problemas que están causando, e invocando al Buda Amida la apuñala primero y luego se apuñala él mismo.

Interpretación del Shamisen

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