miércoles, 8 de octubre de 2014

Yarsagumba. «Hierba de verano, gusano de invierno»


En las vitrinas de las tiendas especializadas de Hong Kong puede encontrarse un producto más valioso que el oro, expuesto como si fuera una joya de diamantes. Se trata de un gusano parasitado por un hongo, el yartsa-gunbu o yarsagumba, en lenguaje tibetano: «hierba de verano, gusano de invierno».
«Una planta medicinal que remedia casi todas las enfermedades, el elíxir de la eterna juventud, un potente afrodisíaco natural, la píldora de la vitalidad.»
De su comercio dependen centenares de miles de personas –hombres, mujeres y niños– y genera varios miles de millones de euros de ingresos en un solo año.


El hongo-oruga es una larva de la polilla fantasma infectada bajo tierra por esporas del hongo Ophiocordyceps Sinensis, conocido como cordyceps a secas, que la parasita y devora su cuerpo hasta dejarla en el exoesqueleto. Cuando llega la primavera, en los fértiles prados altos de la meseta del Tíbet y algunas áreas de la cordillera del Himalaya, a 5.000 mts. de altura, entre la hierba brota un pequeño tallo de color parduzco, conocido como estroma, que sale a la luz desde la cabeza de la oruga. Cualquier intento de cultivo por parte del hombre ha fracasado hasta el momento.

«Peace Music -Mgur-»


«EL «YARTSA» Y LOS YAKS»

Todos los años, millares de campesinos desafían al viento, a la nieve y al frío y ponen en peligro sus vidas para recolectar este tesoro escondido en las alturas, que no deja de aumentar la leyenda sobre sus increíbles propiedades curativas y alimentar las más misteriosas e inverosímiles fantasías.

Según se cuenta, la historia viene de cuando los pastores de yaks detectaron una inusitada vitalidad y buena salud en determinados ejemplares del rebaño especializados en la ingerencia de los gusanos, como son conocidos coloquialmente. A partir de ahí, su consumo mediante infusiones, sopa o como aditivo culinario se reservó para los emperadores de China, extendiendo la leyenda que rodea al hongo-oruga hasta que llegó a los curanderos y herbolarios, que comenzaron a recomendarla para aliviar la fatiga y aumentar la energía vital. Actualmente está indicado como remedio contra los dolores musculares, la tuberculosis, la bronquitis, el asma, la hepatitis, la ictericia y el enfisema. Combate la alopecia y la impotencia, baja el colesterol y es un potente antioxidante que previene y cura tumores, infecciones víricas y el VIH. También puede usarse como calmante postoperatorio o para mejorar la vista.


«LA LEY DE LA OFERTA Y LA DEMANDA O LA FIEBRE DEL ORO TIBETANO»

El imparable crecimiento de la economía china ha disparado la demanda de yarsagumba hasta convertirlo en un distintivo de posición social elevada –como los coches de lujo, las joyas caras o la alta costura occidental– hasta el punto de que no hay reunión o celebración de postín en la que el gusano no tenga un papel predominante. Y qué mejor obsequio que un poco de oro del Tíbet para quedar como un señor ante personalidades relevantes de la incipiente élite social china.

Aunque el hongo-gusano se recolecta desde hace siglos, no fue hasta el inicio de la década de los 70 cuando comenzó su imparable ascensión. Entonces, medio kilo de gusanos costaba unos 2 euros al consumidor final. Durante los noventa se revalorizó de forma notable hasta alcanzar el precio de 80 euros. Hoy día, 500 gramos de yartsa de alta calidad pueden costar 40.000 euros en las lujosas boutiques especializadas en la farmacopea china.

Estas circunstancias se han convertido en el detonante que ha hecho estallar una nueva fiebre del oro –del gusano en este caso– en los campos tibetanos. Miles de pastores y campesinos, hartos de una dura vida basada en el trabajo de todos y cada uno de sus miembros para contribuir a alcanzar una economía de subsistencia, han visto en la recolección del yartsa una manera de aumentar sus ingresos y mejorar sus condiciones de vida, aunque para ello tengan que ponerla en peligro en las montañas durante un par de meses al año.
«Un día con suerte, un recolector y su familia pueden sacar unos 20 euros con la venta de poco más de una decena de ejemplares. En los establecimientos de lujo que comercializan el yarsagumba su precio llegará a doblar al del oro.»
Gracias a estos ingresos extras, que les reportan la mayor parte de sus ganancias anuales, ahora se pastorean los yaks sobre mullidos asientos de motocicletas; se puede hablar con la familia por medio de iPhones; y entretenerse en las largas noches heladas viendo el concurso de moda o el reestreno de un musical en las pantallas LCD de sus modernos televisores, bajo la tienda de lana de yak o el tejado de madera de la sobria vivienda que los cobija. El trueque, que hasta no hace mucho era el sistema de cambio y compraventa de bienes de consumo, ya casi ha desaparecido de la mayoría de las pequeñas comunidades nepalíes y tibetanas.

En cuanto se calienta la tierra y brota la hierba en la segunda mitad del mes de mayo, el pulso de los pueblos se detiene, muchas escuelas suspenden las clases y familias enteras cierran sus casas para emprender un largo camino hacia los campos altos a través de peligrosos senderos sinuosos de alta montaña. No regresarán todos. Una nuez de mantequilla en la frente y un pañuelo blanco sirven para bendecir el viaje, proteger a los miembros de la familia de la nieve y las avalanchas y atraer la buena suerte en la recolección. Lentamente van quedando atrás los banderines votivos mientras la hilera migratoria se hace cada vez más larga a cada paso por un nuevo cruce o confluencia.
«Muchos niños se han convertido en los obreros más eficientes gracias a su baja estatura, su agilidad y resistencia, y su aguda visión para localizar los tallos entre la hierba.»

«Gsum Brdung»


Es tal el incremento que se ha producido en el número de campesinos que buscan yarsagumba, que las autoridades han tenido que otorgar licencias para limitar la recogida a los residentes autóctonos de la población tibetana; lo que no ha impedido el aumento de las confrontaciones por las áreas de recolección más fructíferas. Además, la fuerte demanda ha elevado la cosecha a 400 millones de ejemplares al año, por lo que la sobreexplotación se ha convertido en un verdadero problema que pone en peligro la sostenibilidad del proceso. La yarsagumba es la primera víctima de su éxito. Cada vez quedan menos tallos que puedan madurar e iniciar un nuevo ciclo para la siguiente temporada, y a la vez, cada vez los recolectores suben a mayor altura en la búsqueda del preciado tesoro. Incluso la policía se ha visto obligada a establecer fuertes controles durante la temporada para evitar la inclusión de furtivos. Antes no era raro obtener unos cien ejemplares diarios, ahora, como mucho, pueden recogerse diez o doce a lo sumo.

Los recolectores comienzan su jornada a las claras del día y la terminan con la caída del sol, sólo se detienen ocasionalmente para ingerir algunas galletas de maíz. Arrastrándose por las empinadas laderas, se inspecciona escrupulosamente cada brizna de hierba, se explora cada palmo de terreno, cada nevero y cada piedra, mientras el calzado y los pantalones se empapan de tierra fangosa, las uñas se ennegrecen, los dedos se encallan y los sabañones colonizan la cara y las manos. De regreso al campamento hay que limpiar cuidadosamente cada uno de los ejemplares con un cepillo de dientes hasta dejarlos pulcros y relucientes, de ello dependerá en parte el precio que se obtenga por ellos.


Todos los años, muchas personas se despeñan por los acantilados, familias enteras son victimas de las avalanchas o sus miembros enferman por la climatología extrema y las durísimas condiciones de vida, resguardados bajo la finísima tela de nylon de sus improvisadas tiendas de campaña. Los hospitales más cercanos se encuentras a cinco días de camino de los campamentos en el mejor de los casos.

«Maitry Chants -Nepal-»


«LAS REPERCUSIONES»

Asaltos con violencia, robos y pillaje no son demasiado extraños en los asentamientos de montaña. El juego y el alcohol han pasado a formar parte del escaso tiempo de ocio de que disponen los cabezas de familia, y los gusanos se han convertido en la moneda de cambio que arruina la vida del resto de sus miembros en determinados casos. Albergues temporales estratégicamente instalados en los cruces de caminos, compuestos por tiendas de campaña de grandes dimensiones, pueden alojar gente de mala reputación en busca de su oportunidad. No es raro encontrar un desdichado al que han embaucado con alcohol para robarle la recolección de la temporada o al que han estafado el dinero mediante trampas en el juego. En esos casos las familias se ven abocadas a la más absoluta miseria. Después de que han invertido los escasos ingresos obtenidos de la agricultura y la ganadería en un proyecto del que dependen para sobrevivir hasta la próxima temporada, observan con rabia e impotencia como el fruto de su esfuerzo se desvanece de la noche a la mañana.

En esta tierra de contrastes y paradojas, hasta los monjes envueltos en túnicas bermellones participan en las operaciones de compraventa. Su religión les prohíbe la recogida y consumo de yarsagumba, pero no dice nada sobre la comercialización. En las ciudades próximas a las zonas de recolección hay mercados y ferias donde los gusanos son examinados con detenimiento y escrupulosidad por tratantes provistos de balanzas de precisión y calculadoras solares. En otros casos, avezados comerciantes distribuyen fuertes cantidades de dinero entre sus subordinados-colaboradores-comisionistas-asistentes-transportistas, para que recorran los asentamientos desperdigados por la meseta a lomos de recios caballos. La relación entre ambos agentes se basa, en parte, en la confianza. Pero cuando ésta se rompe porque el colaborador sucumbe al juego, el alcohol o la prostitución y gasta el dinero del comerciante, éste se quedará con su casa, sus tierras y sus posesiones.

Antes de que los envíos del oro tibetano lleguen a sus contactos en los mercados exteriores o a la principal feria del yartsa en Xining, el comerciante pueden sufrir algún que otro contratiempo debido a la codicia que despiertan los gusanos y el movimiento de grandes sumas de dinero, pero las ganancias obtenidas en la mayor parte de los envíos compensan con mucho las pérdidas sufridas ocasionalmente –muchos asaltantes terminan sus días linchados y arrojados a ríos y barrancos, lo que no impide que esta especie de fiebre del oro incite a otros muchos a quebrantar la ley–. Los robos, fraudes y estafas a media y gran escala también forman parte del sistema.
«En la ciudad de Chengdu, provincia de Sichuan, unos ladrones excavaron un túnel y sustrajeron de un almacén local un millón doscientos mil euros en producto. Sólo en el norte de Nepal, de donde se extrae una pequeñísima parte de toda la producción de China, ya han muerto siete personas involucradas en reyertas.»


«EL MEOLLO»

El yartsa es vendido a grandes empresarios emergentes que han expandido su negocio por Japón, Corea y Malasia, y que ya han iniciado los primeros sondeos de mercado en Estados Unidos –¿dónde si no?–. En sus establecimientos medicinales, el yarsagumba está expuesto en vitrinas con rigurosas medidas de higiene y seguridad. Sensores que controlan la humedad, temperatura y velocidad del aire. Alarmas y guardas de seguridad. Antes se han sometido a un riguroso control de calidad que pasa por radiografiar cada ejemplar para localizar posibles segmentos de hilo de plomo que se introducen en los gusanos para que pesen más.


Delante de las vitrinas se acomodan acaudalados hombres de negocio que son atendidos por elegantes azafatas con guantes de algodón que les sirven infusiones de yarsagumba mientras seleccionan el género que van a adquirir. En bonitas cajas de madera con el interior forrado de fieltro rojo se depositan unos pocos ejemplares de oruga con un ligero olor a pescado, de cuya cabeza nace una prominencia pardusca que la convierte en una criatura poco atractiva.
«En una celebración privada en el centro administrativo de Hong Kong, varios empresarios de mediana edad se reúnen con algunos miembros de la élite política acompañados por guapas y jóvenes señoritas. En medio de un ambiente distendido y jovial se sirve la yarsagumba infusionada y como condimento de un delicioso pato laceado acompañado de fideos. Es fácil adivinar cómo acabará la fiesta.
En la alta meseta tibetana, en el campamento de Dhangha, el chamán apenas tiene ya pacientes a los que curar. La temporada de recolección está llegando a su fin. Un joven descabalga su caballo y entra en la tienda del curandero donde fuma un cigarrillo mientras toma una taza de té. Le trae noticias de Shin, el campesino de 30 años que el chamán atendió tras precipitarse desde lo alto de una pared escarpada de la montaña. Su mujer y su hija, de 2 años de edad, acompañaron a los paisanos que lo trasladaron a pie hasta el hospital, cargándolo sobre sus espaldas.
El joven jinete trae malas noticias, el hombre no sobrevivió. El viejo chamán baja la mirada concentrándola en la humeante taza de té y se dirige al muchacho:
– Sus heridas internas eran muy graves. No podía mover su cuerpo. Era difícil que sobreviviera.
– Había venido para ganarse la vida, y sin embargo la perdió.»

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3 comentarios :

  1. Me has dejao sin palabras, un pedazo de artículo, si señor

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    1. Gracias Carmen. Me alegro que te haya gustado. No te olvides de Oliverio Girondo, como te recomendé, y si te gusta, entonces métete a fondo con la entrada de Roberto Bolaño y la que propició la creación del blog, mi homenaje personal al genial Leopoldo María Panero.

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  2. Anónimo12/08/2015

    Yo conocí a Leopoldo María Panero ... Que relación tuvo con el Yarsagumba ??

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